El 2022 era el año del salto definitivo. Ferrari había trabajado a conciencia para dar un golpe de autoridad en la presente temporada y brindarle a sus dos pilotos un monoplaza capaz de pelear por el Mundial. Este era el año de Sainz. Lo era, joder. Después de un 2021 en el que ofreció buenas sensaciones y logró superar a su compañero de garaje, todo apuntaba a que íbamos a vivir una batalla de esas que dejan huella en la zona alta de la tabla. Y así lo hacía indicar la sesión de Clasificación disputada en Baréin. Pero aquello solo fue un espejismo. A partir del segundo intento de la Q3, todo empezó a torcerse para el madrileño. No se sentía cómodo con el F1-75, sus rivales directos rodaban bastante más rápido que él y los aficionados más tóxicos comenzaban a lapidarle ya desde el minuto uno: "No tiene ni mucho menos el talento de Verstappen y Leclerc"; "Sainz nunca va a luchar por el título, no es lo suficientemente bueno"; "No vale para estar en Ferrari"; "Menudo paquete"; "Es un segundo piloto clarísimo"; "Si no fuera por el apellido, nunca habría llegado a la Fórmula 1"...
Esta sucesión de críticas pusieron en el ojo del huracán al número '55' y le añadieron un punto de presión extra que no le venía bien. Nada bien. Sainz no era capaz de replicar el ritmo de Leclerc, y tampoco de pelear de tú a tú con Verstappen; de hecho, le costaba seguir también a Pérez. Después de los primeros Grandes Premios, donde su compañero no paraba de hacer poles y el de Red Bull no paraba de ganar, la ansiedad por no rendir al nivel esperado le iba comiendo la autoestima. Había una fecha especial marcada en el calendario: Montmeló. Todos coincidían en lo mismo, era su oportunidad de cambiar el chip y demostrar su verdadero potencial. Pero tampoco fue su momento. Una campaña que pintaba de ensueño para él se estaba convirtiendo en una auténtica tortura moral solo apta para unos pocos elegidos. Y por si esto no fuera suficiente, el equipo fallaba en algunas paradas y le dejaba vendido cuando podía conseguir algo más. Sin embargo, como suele decirse, siempre hay luz al final del túnel, y esa luz en este caso se llamaba Canadá. Qualy sobre mojado y Alonso le supera con un Alpine. De nuevo los más críticos le vapulean y le machacan por no haber sido capaz de batir a un monoplaza de la zona media.Episodio 1: el resurgir
Pero entonces llegó el domingo de carrera en Montreal, Sainz se enfundó el mono, frunció el ceño, se bajó la visera y empezó a responder a esos eyaculadores precoces de palabras como mejor sabe, pilotando. El español no ganó la prueba, pero por primera vez demostró un ritmo realmente competitivo y le apretó las tuercas a Verstappen. No se llevó el triunfo, aunque ganó en todo lo demás. Un Sainz 2.0 parecía hacer acto de presencia. "Solo ha sido una carrera, no te emociones", podrían pensar muchos. Hay algo que se llama karma, que unos creerán en él y otros no, pero Silverstone fue el escenario en el que este actuó. Primera pole del año para Sainz, sobre mojado y superando de tú a tú, en igualdad de condiciones, a todos sus rivales. Muchos buscaron excusas para desmerecer el logro, si bien poco importaba de nuevo esa verborrea. Y llegó la ansiada carrera. Después de dos salidas, ahí estaba, líder de un Gran Premio en 2022, pero desgraciadamente un error de manual le dejó vendido ante Verstappen y, posteriormente, ante un Leclerc más rápido. La historia volvía a repetirse y el madrileño apuntaba a pasar sin pena ni gloria en territorio británico.
Y voilà. Se hizo la magia y el karma actuó. Safety Car, locura en boxes, estrategias dispares, "stop inventing" y directo a la primera victoria de su vida en la Fórmula 1. No fue ni mucho menos su mejor carrera, ni una actuación para recordar, pero se lo debía la competición. Y sus haters, a llorar, que se les da muy bien. Ahora sí, nacía un nuevo Sainz. Todos deseábamos que llegara Austria, pues sabíamos que la situación iba a ser diferente tanto dentro del garaje como de cara al resto de rivales. Y así fue. Escasas milésimas le separaron de su segunda pole consecutiva, ese maldito tercer sector en el que dejó un poco más de espacio y que le impidió arrancar primero. Luego, en el sprint, arrancó bien, atacó sin miramientos a Verstappen y se defendió como un caballero con Leclerc.
Fue demasiado caballeroso, bajo mi punto de vista. El madrileño estaba ahí, tenía ritmo e iba a optar a la victoria el domingo. Efectivamente, no nos equivocábamos en nuestra predicción. Le costó algo más con las gomas medias, pero fue montar el compuesto duro y empezar a tirar como un descosido. Era el más rápido en pista y él sabía que, si no había órdenes de equipo, podía presionar a Leclerc una vez superase a Max. Pero entonces el motor reventó y le dejó totalmente vendido. "¡Mierda!", fue la reacción que me salió del alma al ver cómo Ferrari hacía el ridículo una vez más en el peor momento y dejaba tirado a su pupilo. Porque sí, los de rojo siempre dan la nota en el instante más inoportuno. Y así quieren ganar un Campeonato, permítanme que me descojone.
Episodio 2: la impotencia
Cómo me dolió ver a Sainz sentado mientras su F1-75 ardía, devastado, con el gesto desencajado, pues sabía que tenía en su mano otro gran resultado, si no su segundo triunfo. ¿Saben qué es lo peor? Que hay gente tan unineuronal por el mundo (sí, me refiero a esos haters de antes) que culpaban al español de la rotura del motor por haber exprimido más de la cuenta el coche. Cuando no es una cosa, es otra, el caso es atacar sin piedad a un piloto que solo se dedica a trabajar, trabajar y trabajar, a dar lo mejor de sí mismo en cada fin de semana y a analizar cada milímetro del trazado para saber dónde mejorar. Todos le quieren en el paddock y valoran su labor. Puede que 2022 no esté siendo su año, pero de una cosa estoy seguro, sale más fuerte que nunca de este varapalo y va a callar muchas bocas. El título es casi una odisea, pero ojo con él, que no es tan malo como muchos lo pintan. Solo le hace falta encontrar un poco más de ritmo y deshacerse de esa mala suerte que últimamente le está acompañando más de la cuenta. Carlos, yo confío en ti, has demostrado que eres mucho más que un apellido y solo espero que tengas lo que te mereces, porque alguien como tú solo se merece lo mejor. Eres un grande, Carlitos, nunca lo olvides.