Sábado 4 de febrero, 15:55 horas en España. Estoy sentado en mi silla no gamer frente a la pantalla del ordenador y no puedo parar de mover las piernas. Me pongo la mano en el pecho y siento cómo mi respiración se agita cada vez más. Vale, necesito relajarme. Cierro los ojos y me repito a mí mismo que no puede ser, que es imposible, que Fernando Alonso no va a estar peleando otra vez con los grandes. Joder, a quién quiero engañar, no puedo convencerme de algo así después de lo que he visto en los test y en las tres sesiones de Libres. Que eran pruebas, sí, pero me da igual. Tengo la euforia demasiado elevada y ya no hay quien la pare. Entonces los semáforos comienzan a lucir en verde y todo arranca. En ese microsegundo, mi mundo se para por un instante y vuelvo una década y media atrás, a aquel adolescente que esperaba ávido el rugir de los motores en el pit lane mientras veía a su piloto favorito recorrer las calles de boxes camino de un nuevo logro.
Esta vez era diferente, pero ese espíritu interior no se había marchado. Y por fin arranca la Q1 y comienzan a destaparse las cartas. Es en ese momento cuando comienzo a comprender que no estoy en un sueño, que está pasando. Alonso está en la pelea. Vaya que si está. No tiene el mejor coche, salta a la vista, pero qué mas da. Nunca lo ha tenido y nunca ha dejado de hacer magia. Avanza la Qualy, y la Q2 deja entrever que el AMR23 ha llegado a su tope y no podrá con los tres favoritos. Ahí vuelvo a la realidad, aunque no me decepciono, porque pienso en el pasado y me parece casi un milagro lo que estoy presenciando.Me convenzo a mí mismo de que va a ser 7º. En mi interior siento una ligera desilusión, puesto que el corazón tira siempre más que la cabeza, pero el Nano vuelve a hacer de las suyas y se merienda a los Mercedes en Q3. Así, sin anestesia ni nada. Primer paso dado. A ver ahora quién me calma hasta mañana. Reviso Twitter, veo noticias, escribo artículos... ¿Por qué no pasa el tiempo? "Venga, a la cama", me digo a mí mismo. Momento en el que mi subconsciente onanista sonríe con descaro. Pero no, hoy no es el día.
Sensational moves. ???
? Aston Martin Aramco Cognizant F1 Team (@AstonMartinF1) March 6, 2023
Down the inside at Turn 10. You couldn't write it any better.#BahrainGP pic.twitter.com/J5UF2cInZt
Sin palabras
Domingo 5 de febrero, 15:59 horas en España. Tengo la piel de gallina. No sé lo que va a pasar, solo sé que algo en mi interior me advierte de que me prepare. Puede que sea algo bueno. O no. Solo sé que no me va a dejar indiferente. Entonces comienza la carrera y un escalofrío me recorre todo el cuerpo al ver a Lance Stroll tocando a Fernando. Maldigo en cuarenta idiomas diferentes al canadiense, al mismo tiempo que aguanto la respiración. ¿Le ha dañado el coche? ¿Por qué está perdiendo tiempo con los Mercedes? ¿Pero qué pasa? Suspiro cuando veo que no hay nada roto. Primer escollo superado. Todo se mantiene tranquilo durante unas cuantas vueltas, pero sé que el bicampeón no se va a quedar ahí. Primera parada en boxes: 3,5 segundos, meh. Ahora hay que pasar a Bottas.
El finlandés no es rival. Pero sí lo es Russell. Dios, qué bien se defiende. Mi sistema circulatorio se agudiza por momentos, pero Fernando está delante. ¡Vamos! Todos alrededor entran a boxes, si bien Aston decide dejarle en pista. Me gusta. La sonrisa cada vez dibuja más mi cara. Esto pinta bien. Radio de Alonso: "box, box". Ahora, ahora llega el momento de la acción. Lo sé, siento el fuego de Fernando dentro del mono. Va a ir a por todas. Hamilton, a 4,5 segundos. La distancia baja y baja, el de Mercedes aprieta lo que puede, sin embargo, solo está retrasando un poco más lo inevitable.
Qué ganas tenía de este momento. Dos rivales históricos cara a cara. Primer 'round' y Alonso le adelanta, grito, pero se pasa de frenada y vuelta a empezar. Ahora sí, tengo las pulsaciones disparadas. Llevo años esperando esto, porque para mí Hungría 2021 solo fue un aperitivo. Entonces llega la curva 10, el Nano se lanza con todo, contengo la respiración y... ¡Catapúm! Me levanto de la silla con las manos en la cabeza y emito un ruido muy sonoro (quizá demasiado) para mis vecinos. Histórico adelantamiento.
Ahora soy un poco más feliz
"Quiero más", me repito al ver el podio tan próximo. Sainz no va a pararle, es que ni de coña, vamos. Está en las lonas. Pese a ello, no puedo evitar sufrir. Alonso le roza con la rueda delantera y los nervios regresan a mí. Dios, esto puede acabar mal. Sigue la contienda y Sainz bloquea neumáticos. Ya está, lo sé. Rebufo y DRS de Alonso, "bye, bye, Sainz" y trabajo hecho. Respiro tranquilo. Por fin. Solo ahora disfruto de los últimos giros. Lo va a hacer, va a conseguir su podio número 99. Que nadie me despierte de lo que sea esto, porque nunca imaginé volver a vivir algo así.
Fernando ha vuelto. Bueno, en realidad nunca se fue, pero esta vez el coche sí lo acompaña. Ceremonia de podio, el asturiano descorcha el champán y yo, mientras, doy un trago de agua. Ha sido duro, aunque ha merecido la pena. Gracias, Aston, en una sola carrera me habéis devuelto la ilusión. Se nota cuando realmente hay esfuerzo y pasión en un proyecto. Gracias por cerrarme la bocaza y demostrarme que nada es imposible. Ni siquiera en la Fórmula 1.