¿Qué tiene de especial 1967? GPL!!! El segundo año de la fórmula de tres litros, significó además del definitivo retorno de la potencia a la F-1, él último año en el cual el esfuerzo del piloto por mantener el coche pegado a la pista era mayor que el que ejercía el viento en la carrocería del mismo.
Iba a ser también en un apartado "espiritual", la última temporada con los colores nacionales impresos en los monoplazas de competición antes de la llegada en masa de los patrocinadores.
La habilidad innata de los pilotos y su aureola de romanticismo con la que se habían unido a sus maquinas allá por 1906, tendría en 1967 su suspiro final.
Mientras las escuderías intentaban llegar preparadas para la primera prueba en Sudáfrica, algunos pilotos destacados abandonaban sus equipos en busca de otras oportunidades. Graham Hill dejó que Stewart fuera la estrella de BRM retornando a Lotus ocho años después, para hacer equipo nada menos que con Jim Clark.
Surtees se apuntó al proyecto de Honda mientras que su puesto en Ferrari lo ocupaba definitivamente el neozelandés Chris Amon al lado de Lorenzo Bandini.
En Cooper, que esperaban grandes cosas después de el tercer puesto en 1966, trajeron el mejicano Pedro Rodríguez junto a Jochen Rindt.
En Brabham seguían a lo suyo, haciendo fácil lo difícil; aunando un viejo motor V8 con un chasis procedente de la F-2 y logrando que su potencia no perjudicase la asombrosa agilidad que mostraba en zonas viradas. El "detalle" que se le escapó a Jack Brabham era que esta vez no iba a ser él, el héroe del campeonato, sinó su tenaz compañero de equipo Denny Hulme.
En el circuito de Kyalami comenzaba el mundial con la ausencia de Ferrari y la sorpresa del piloto local John Love que con su Cooper privado, se vio apartado de la victoria a 7 vueltas del final por culpa de la gasolina, dejando que el "oficial" Pedro Rodríguez diera el último éxito a la marca británica y a Maserati, su motorista.
En Mónaco, Denny Hulme iniciaba su asalto al título sin ni siquiera preguntarle a su jefe, Jack. ¡Que falta de delicadeza!, venciendo con su Brabham de reducidas dimensiones, favorecido en las estrechas calles del principado.
Sin embargo un punto negro iba a azotar a esta carrera: En la vuelta 82, una columna de humo marcaba el accidente y posterior incendio del Ferrari de Bandini en la chicane del puerto. Moriría a consecuencia de las heridas tres días mas tarde.
En Zandvoort, Holanda, aunque el hecho no tuviera consecuencias relevantes para el rumbo del campeonato, se producía el esperado debut que cambiaría la historia de la F-1. Dos ingenieros de Ford, Mike Costin (COS) y Keith Duckworth (WORTH), presentaban junto a Colin Chapman, patrón de Lotus y sus dos estrellas, Clark y Hill, el nuevo motor Ford DFV V8 de ocho válvulas por cilindro.
Sus creadores le preveían una vida útil de 3 o 4 temporadas pero lo cierto es que permaneció en activo 19 años, ganando 155 carreras, mas que ningún otro motor en la historia de las carreras de Grand Prix.
Hill dominó en los entrenamientos pero Clark arrasó en la carrera del domingo.
Que lastima que la fiabilidad no estuviera al mismo nivel que la de sus compañeros de las antípodas...
A Dan Gurney le funcionó el invento de su Eagle-Weslake con propulsor V12 y venció en Bélgica sobre el monstruo mecánico que era el BRM de Jackie Stewart (Su motor de 16 cilindros era válido para un autobús de dos pisos)
Brabham y Hulme tardaron en hacer el doblete en Rouen, el tiempo que Clark y Hill emplearon para cargarse sus respectivos Lotus, aunque el "escocés volador" respondía de nuevo en Silverstone ganando su quinto GP de Gran Bretaña en seis años.
Los pilotos de Brabham se repartieron las victorias en Alemania y Canada reduciendo la lucha por el mundial a algo personal entre ellos.
En Monza, Surtees superó en la línea de meta a Brabham por solo 2 décimas de segundo, pero ambos salieron con el miedo en el cuerpo después de haber visto prácticamente a Dios encarnado en Jim Clark. (Buscad el topic de Italia 67, merece la pena)
Denny Hulme se hacía matemáticamente con el campeonato siguiendo una aritmética regularidad que firmarían otros como Niki Lauda.
El escocés se resarcería al final con dos victorias en Estados Unidos y México demostrando la creciente progresión del Lotus 49.
No sería el campeón, pero era desde luego, el mejor piloto de la década.