Uno de los hechos más destacados de este principio de temporada está siendo el flojo rendimiento de los Ferrari, algo que está dejando perplejos a un sinnúmero de trompeteros que estaban convencidos de que la sola presencia de Fernando Alonso iba a ser suficiente para revivir los tiempos de dominación absoluta de la Scuderia con Michael Schumacher.
Sin embargo situaciones como la actual, en la que un tercer puesto en la cuarta carrera de la temporada es celebrado casi como un triunfo, es algo que no sorprende tanto a los habituales seguidores del equipo italiano, acostumbrados a estas fases de desencanto, falta de resultados, incongruencias y politiqueos, que han sido una constante en su historia, y que casi siempre ha tenido que acabar arreglando el pragmatismo inglés.
Ahora, como las cosas van mal, Stefano Domenicali se queja de que esta Fórmula 1 depende en un 90% de la aerodinámica, que no es de recibo como expresión de la cultura automovilística italiana, y que a él no le gusta esta reglamentación. Bien, aplaudo su sinceridad y me alegra oir esto, porque yo hace muchos años que critico este exceso de aerodinámica, pero que lo diga él, que está al mando del equipo, es una monumental incongruencia. Porque si esta Fórmula 1 no es para él, ¿qué demonios hace dirigiendo a Ferrari?
Jody Scheckter y Gilles Villeneuve ganaron los últimos títulos "italianos" de Ferrari (foto escaneada de una revista de la época)
Da igual, no soy quien para juzgarle, pero sus declaraciones me hacen pensar en una constante de Ferrari en las últimas décadas: desde finales de los ?70 y aquel título ganado por Jody Scheckter, la Scudería ha sido incapaz de avanzar sin la ayuda de ingenieros y tecnología británicos. En los años ?70 y ?80 construyeron motores tremendos, el autentico sello de la marca, pero sus chasis seguían siendo malos, y la llegada de la nueva tecnología de fibra de carbono, liderada por McLaren, les dejó fuera de juego por completo.
Así que Enzo Ferrari (que en los primeros años ?70 ya había encargado chasis en Inglaterra para compararlos con los suyos) fichó a Harvey Postlethwaite para que pusiera la fábrica al día y les enseñara a trabajar con hornos autoclaves y ordenadores, no en vano Harvey fue el primer ingeniero de Fórmula 1 que utilizó computadoras para hacer sus cálculos (pero todavía no los diseños).
Postlethwaite se pasó siete años en Ferrari sin conseguir ganar el título, así que cuando el galés decidió volver a las Islas, Ferrari fichó a John Barnard, ?robado? nada menos que a McLaren, que en aquellos años dominaba con Lauda y Prost. Barnard no quiso trabajar en Italia y creó un centro tecnológico en Gilford (donde trabajó, entre otros, Mike Coughlan), y aunque fue el creador del cambio semiautomático que significó una revolución, tampoco fue capaz de ganar el campeonato.
Michele Alboreto con el Ferrari de 1985, obra de Harvey Postlethwaite (foto escaneada de una revista de la época)
Y después llegó Schumacher, quien se trajo consigo a su propio equipo técnico liderado por Ross Brawn y Rory Byrne. Tras cinco años de espera dominaron por otros cinco, demostrando que aunque sea en Italia, se pueden hacer coches ganadores. Lo que no está tan claro que se puedan hacer con dirigentes italianos.
Porque la fase actual de Stefano Domenicali, Claudio Costa, Paolo Marmorini y compañía me devuelve a la Ferrari auténtica, a la de verdad, a las de las cuitas e intrigas, genialidades y calamidades. A la Ferrari que construyó su leyenda con coches pintados de rojo sangre, mecánicos vociferando en dialecto modenés ininteligible, y pilotos que al acabar la carrera tenían que ir al hotel a telefonear a Maranello para rendir cuentas de su actuación. A aquella Ferrari grandiosa, pero más perdedora que ganadora: el periplo Schumacher es un paréntesis en la historia de la marca.
Por tanto, que cueste ganar, que Ferrari se vea dominada por Red Bull, que sus coches tengan que copiar año tras año las soluciones técnicas de los demás sin aportar ninguna (F-Duct, escapes ?sopladores?, suspensiones pull rod, morro flexible?), que la metodología McLaren se revele mucho mejor para solucionar los problemas, y que la única alternativa de Ferrari sea el talento del piloto, no es más que una tradición, es el sello indeleble de la marca, por mucho que se sorprendan las nuevas generaciones nacidas al amparo del éxito inmediato.
Si Ferrari quiere volver a ganar, tendrá que poner proa a Inglaterra y darle la dirección técnica a Pat Fry de forma inmediata, ya que tenerle en el muro sólo para que decida la táctica, es desaprovechar un cerebro que se ha pasado años ganando mundiales en McLaren. Cualquier otra opción será empeorar la situación, porque Alonso puede tener días inspirados, pero sólo con inspiración no se ganan mundiales.
(*) Obviamente este es un titular ?inspirado? en el libro de Enzo Ferrari ?Piloti che gente??.
Fuente: Blog de Carlos Castella