El informe presentado por la USADA y por el que, finalmente, se ha sentenciado a Armstrong, está basado fundamentalmente en testimonios. No existen pruebas médicas que demuestren que tomó sustancias ilegales. Dicho de otra forma, Armstrong nunca dio positivo por el consumo de productos ilegales. Tampoco los análisis posteriores han encontrado, a través de nuevos métodos médicos, sustancia sospechosa alguna.
Entre esos testimonios se encuentran los de los dos ex compañeros de Armstrong que, ello sí, dieron positivo por consumo de sustancias ilegales. Tyler Hamilton y Floyd Landis representan a la perfección todo aquello que el deporte rechaza. Ambos fueron cazados. El primero, por transfusiones de sangre. El segundo por consumo de testosterona. Durante meses, defendieron a capa y espada su inocencia hasta que, un día, decidieron dar un paso atrás y reconocer que sí, que se habían inyectado sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento.
Su credibilidad dentro del pelotón está, por lo tanto, bastante tocada. Ante tanto cambio de postura, sus palabras son siempre vistas con recelos por los que fueron sus compañeros. Sin embargo, la USADA ha abrazado sus ataques a Armstrong.
Ataques, por cierto, tardíos. Durante sus primeras declaraciones sobre cómo se dopaban, el ex ciclista no apareció nunca. Sin embargo, tiempo después, sus relatos empezaron a señalarlo. Y casualmente sucedió cuando ambos trataron de regresar al ciclismo en activo. Lo intentaron llamando a la puerta de Radioshack, el conjunto montado para el retorno de Armstrong a la competición.
Armstrong se negó en rotundo a que formaran parte de sus escuderos y, desde entonces, empezaron a deslizar acusaciones contra él. No resulta extraño ver la mano de una posible venganza o despecho. Quizá si Armstrong los hubiera aceptado hoy nada de esto habría sucedido. Puede que el dopaje existiera igualmente, pero nadie se había enterado de las prácticas realizadas por el americano o al menos no se habría sabido por boca de Hamilton y Landis.
La conspiración política
Para colmo, algunas voces en EEUU ya ven razones políticas tras todo este proceso. En los últimos meses se había barajado la posibilidad de que el ex heptacampeón del Tour se presentase como candidato a gobernador de Texas por el Partido Republicano.
La USADA, controlada por el Partido Demócrata actuó, desde entonces, con especial celeridad para cazar a uno de los, hasta ahora mejores deportistas de la Historia. Ingredientes que conforman una teoría. La teoría de la conspiración contra Lance Armstrong.