Dicen las malas lenguas que para doblegar la voluntad de los egipcios, el dios de los hebreos tenía pensado enviar a Whiting como solución definitiva.
Por suerte para estos últimos, el faraón dobló la rodilla con la séptima plaga, porque de haber hecho acto de aparición la octava, Charlie, a buen seguro la historia se habría escrito de otra manera, y a saber si hoy no seríamos los españolitos quienes le estaríamos diciendo a la Merkel que dejara de comer para alcanzar la cintura de avispa que postulan los mercados como solución universal a los desastres que nos aquejan.
En fin, que hay cosas que no tienen vuelta atrás y el indocumentado de Whiting es una de ellas, y nos va a tocar sufrirlo de nuevo porque el Gran Maestre de la cosa, monsieur Todt, o no ha tenido agallas para quitárnoslo de encima o no sabe cómo jubilarlo, que para el caso patatas, como diría aquél, ya que Charlie, para bien o para mal, seguirá haciendo de las suyas en el paddock.
Y el caso es que en Australia, el ex mecánico de Hesketh y Brabham tiene por delante una buena cuota de trabajo a cuenta del posible atajo en el mapeado de los motores y los suplementos aerodinámicos que pueden pueden trasmutar al Mercedes AMG W03 de podenco en galgo, solución que a decir de algunos ya estaría siendo explorada por la competencia, cuestiones todas ellas que a buen seguro Whiting resolverá con sobresaliente aunque no nos guste para nada el resultado, como de costumbre, como el bodrio ése que ha parido para convertir Albert Park en un circuito vertiginoso a base de articular dos secciones habilitadas para el uso del DRS con una de activación única.
Y es que Charlie es de esos tipos que siempre se hacen notar porque entiende que la F1 le pertenece, que para eso lleva la intemerata gobernando la derrota tecnológica y deportiva del asunto con el beneplácito y la aquiescencia de quienes deberían haberlo echado a patadas hace tiempo, ya que el rumbo que lleva el buque, lejos de ser firme como proclama el capitán, sigue siendo errático de narices y el casco aguanta a duras penas tanto roce con bajíos y escolleras.
Pero no temamos, no hay previsto naufragio ni se espera desastre alguno porque estamos en el océano del aquí no pasa nada. Ya se sabe, siempre hay un roto para un descosido, y a Whiting, en el fondo, se le necesita porque sin él el espectáculo no existiría.
¡Sonreíd, piratas!, Charlie ha vuelto y sólo cabe que nos aprovisionemos de abundantes palomitas, mientras esperamos a ver por dónde salen este año sus contrastadas solvencia y sabiduría.
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