Sasseti contrató a Roberto Moreno y a Perry McCarthy. El británico no destacaba por su palmarés deportivo, pero sí como el mejor exponente de la perseverancia anglosajona, de la picaresca latina y de la peor estupidez universal. Aunque de McCarthy tendrían que aprender algunos actuales pilotitos adolescentes con manager hasta para hacer sus necesidades. Con una rocambolesca trayectoria en el automovilismo, el británico logró que Andrea Moda le fichase gracias a la influencia de algunos amigos. Sasseti no le abonaba ni un duro y McCarthy, que tampoco lo tenía, trabajaba hasta de guía turístico a los grandes premios para pagarse los gastos de viaje.
Lamentablemente para Perry, eso significaba que el equipo no podía efectuar más cambios de piloto, así que cuando Roberto Bertaggia apareció con un patrocinador de un millón de dólares y el equipo no podía aceptarlo ?porque Perry ya estaba como piloto titular?... Ya pueden imaginarse que el ?Voy hacer que tu vida sea un puto infierno? se queda corto para describir las posteriores andanzas de Perry en el equipo.
Cuando Roberto Moreno, un magnífico piloto, se subió al coche por primera vez, avisó a McCarthy: "No esperes nada de este coche". De hecho, ni siquiera podía tocarlo. Cuando el equipo llegó a Brasil para su debut, al británico casi le da un síncope. La FIA, arrepentida por haberle otorgado la superlicencia sin méritos, se la retiraba en el mismo circuito. Desesperado, McCarthy movió cielo y tierra para recuperarla, Ecclestone y Mosley incluidos. El Andrea Moda, patético en la pista, se convertía en el culebrón del paddock. En México ni se presentaron.
Un debut surrealista
Llegó el turno de Montmeló, donde McCarthy acudía ya con su flamante superlicencia, recuperada con el mejor estilo del Lazarillo de Tormes. Alguien cuyas peripecias daban para escribir un libro -que, efectivamente, publicó- iba a lograr el sueño de su vida en un equipo esperpéntico. Fiel a su caótica y delirante vida, para ponerse a la altura de Andrea Moda, McCarthy se superó a sí mismo.
Por exceso de equipos inscritos, en aquella época los peores pasaban por una sesión preclasificatoria previa, a las 8 de la mañana, y solo los más rápidos tenían acceso a los entrenamientos oficiales. Tras acompañar a sus mecánicos hasta altas horas de la madrugada en boxes, McCarthy se retiró agotado a un hotel de mala muerte, en el otro extremo de Barcelona. Pero, sin saber cómo ni por qué, McCarthy se despertó a las 7.25. En el equipo nadie se había preocupado de llamarle, ni de saber dónde estaba. Él tampoco había puesto el despertador?
Tras haber movilizado a todos los poderes fácticos para poder debutar, McCarthy querría pegarse un tiro ante el ridículo monumental que iba a protagonizar. No había forma de llegar al circuito a tiempo, le advirtieron en el hotel. Cuando estaba a punto de enloquecer, por la puerta entró el hermano de Sasseti, que volvía de una noche de juerga. McCarthy le convenció para que le llevase al circuito. Imaginen el recorrido a casi 160 km/h de punta por las calles de Barcelona. El británico no quería mirar por las ventanillas.
A las 8 logró llegar al circuito. Mareado, con la sesión ya comenzada, se metía en el monoplaza. Al encender el motor, y mientras intentaba serenarse, los mecánicos se excedieron con un solución para facilitar el arranque, y sobre el pobre McCarthy explotó una llamarada que le obligó a saltar como un loco de su monoplaza. Así, en semejante estado, el británico afrontaba el gran objetivo de su carrera. Para la ocasión, había pintado su casco con los colores del mítico Gilles Villeneuve. Finalmente, dejando atrás tanto surrealismo, salió a la pista emocionado, aceleró a tope... hasta que su monoplaza, cortesía del estilo Andrea Moda, se paró a veinte metros de la salida de boxes, donde ya no se podía empujar de vuelta. Y desde allí, con el casco puesto, el británico vivió toda la sesión preclasificatoria. El coche de su compañero Moreno duró tres vueltas. Allise comenzoa rumorear en boxes que el coche en realidad no tenia motor, que lo que se escuchabaeran los gritos de los mecanicos empujando el coche, no otra cosa.
El resto de la temporada se vivió de forma similar. O incluso peor.
Andrea Sasseti eligió para el Andrea Moda el color negro, quizás como aviso de toda la ropa sucia que pretendía lavar en su centrifugadora con ruedas. Desde el primer momento, Bernie Ecclestone tuvo muy claro que el italiano y su tropa teñían la Fórmula 1 con una imagen de la que el británico huía como la peste.
Los coches estaban desastrosamente preparados desde el punto de vista técnico y se rompían a las pocas vueltas de entrar en pista. Sasseti llevaba un segundo monoplaza a los circuitos porque así lo exigía el reglamento, pero sin el menor interés en utilizarlo. De hecho, en la mayoría de las sesiones de preclasificación mantenían a McCarthy sentado en su monoplaza, para darle salida solo a pocos minutos del final. Entonces, desesperado por llamar la atención de los team managers el británico se jugaba literalmente la vida con vueltas suicidas en circuitos que desconocía. En Mónaco, el pobre McCarthy reconocía que antes de afrontar algunas curvas, ignoraba si la pista giraba a la izquierda o a la derecha. Dio solo tres vueltas.
Por razones inescrutables y por la rotura in extremis del motor del japonés Ukyo Katayama- , Roberto Moreno se clasificó para el Gran Premio de Mónaco. El equipo paró a Perry McCarthy cuando sólo llevaba dadas 3 vueltas al circuito para que su coche no sufriese ningún daño y pudiese ser el coche ?de reserva? de Roberto Moreno. Duró once giros en carrera antes de que reventara el motor.
A continuación, el equipo llegó a Canadá con coches y camiones pero sin motores, retenidos por las deudas con los transportistas y el suministrador de los propulsores, Judd. Para que Moreno diera algunas vueltas, se alquiló un propulsor a Brabham, y eso fue todo. En el Gran Premio de Francia, el Andrea Moda brilló por su ausencia en el paddock porque, según Sasseti, lo había impedido una huelga nacional de camiones. El resto de los equipos sí estaban presentes en Magny Cours.
En Gran Bretaña la situación llegó al límite para Perry McCarthy quien, ante su público, esperaba sentado impotente en su monoplaza a que el equipo le sacara a la pista. Tanta era la insistencia de la megafonía del circuito, que Sasseti le permitió salir a pocos minutos de final con ¡neumáticos de mojado! en una pista seca, y ya utilizados previamente por Moreno. McCarthy, hizo una primera vuelta demencial con una espeluznante salida de pista incluida antes de la recta de meta. Desesperado, agarró el volante dispuesto a un segundo "intento suicida" ?en sus propias palabras-, que no acabó en tragedia porque el desastre mecánico de Andrea Moda jugó a su favor al romperse el embrague a poco de comenzar el giro.