Una de las cosas curiosas con las que me encuentro yendo por estos circuitos del mundo, es la falta de memoria histórica en muchos de ellos, la falta de sensibilidad hacia los hechos trágicos de que fueron escenario. Entiendo que no es la mejor publicidad para ellos, pero no se puede obviar la verdad.
Es raro e incluso criticable que Monza no tenga un recuerdo de Jochen Rindt, Brands Hatch de Joseph Siffert o Zadvoort de Piers Courage y Roger Williamson. Otros circuitos sí tienen estos recuerdos, e incluso he encontrado alguna vez estatuas o monumentos hacia pilotos que fueron héroes de nuestro deporte sin necesidad de haber fallecido en ellos.
Por ello me apetece iniciar una nueva sección, que al principio quería llamar “in memoriam” pero me parece muy necrológico, así que prefiero traducirla del latín al castellano: “En recuerdo”, porque aunque muy pocos, también he encontrado algunos recuerdos de pilotos por sus méritos, no por que tuvieran un trágico final, o al menos el monumento o monolito no es en referencia a un accidente.
La llegada este año de pilotos mexicanos a la Fórmula 1 fomentará un cierto interés por los pilotos de aquel país que participaron anteriormente en Fórmula 1. Pedro Rodríguez fue uno de ellos y hasta la fecha ha sido el mejor, ya que su hermano Ricardo falleció pronto y Héctor Rebaque no pudo consolidarse.
Momento del accidente (foto encontrada en Internet)
Así que este un buen punto de partida para iniciar esta sección. Pedro Rodríguez de la Vega era piloto oficial BRM en Fórmula 1 y de Porsche en Resistencia. En 1971 estaba en su mejor momento, ya que ganó el GP de Bélgica, en el último gran premio celebrado en el viejo Spa-Francorchamps, y sus actuaciones en Sports, con el legendario Porsche 917 le habían convertido en el piloto de referencia del equipo, en su constante lucha ganadora contra los Ferrari 512 S.
En aquellos años, Nurenberg ya organizaba carreras en su circuito urbano, y la carrera estrella de 1971 eran las 200 millas de Norisring, abierta a sport-prototipos de los grupos 5,6 y 7 (Can-Am, véase la entrada “Día 2 de Junio de 1970, Goodwood”). Los organizadores contactaron con los posibles participantes europeos de la serie americana, y BRM, la marca con la que Rodríguez corría en F.1, tenía un Can-Am, así que aceptaron la invitación para participar con Pedro en dicha carrera.
Pero a la hora de la verdad el BRM no tenía el motor a punto, y la marca declaró “fortait”. Ante tal circunstancia la organización tuvo que moverse a toda prisa, ya que toda la publicidad se había hecho con el mexicano como reclamo, y necesitaban que estuviera en la parrilla. Al final le consiguieron a Pedro un baqueteado Ferrari 512 del equipo de Herbert Müller. No se si por contrato o porque ya estaba allí, el mexicano aceptó correr con aquel coche, pese a que era de la acérrima marca rival. En aquellos años los contratos no eran muy cerrados, como podéis ver.
La placa está en tres idiomas (foto, Carlos Castellá).
Sea como fuere, Pedro tomó la salida (la carrera era a dos mangas) y en la vuelta 11, sufrió el accidente al llegar al puente previo a la chicane. En su momento se especuló con que la causa fue un reventón, pero la investigación posterior demostró, gracias a tres películas de aficionados, que al ir a doblar al piloto amateur Kurt Hild (Porsche 907) este no le vio y le cerró el paso. Al llegar a su punto de frenada el Ferrari ya iba con dos ruedas fuera de la pista. Al salirse se empotró contra el puente desintegrándose e incendiándose, y para cuando pudieron extraer al piloto del interior, ya era tarde.
Días después de su muerte, la GPDA (asociación de pilotos de Fórmula 1) emitió un comunicado reconociendo la labor de Helmut Scholsser, el comisario que se jugó la vida al atravesar la barrera de fuego para extraer a Pedro a pesar de no llevar nada ignífugo, en un heroico acto que permitió a las asistencias llevarse al mexicano al hospital aún con vida, aunque no pudo sobrevivir a sus graves heridas y quemaduras.
El monolito que veis en las fotos se inauguró en 2006. Fue con ocasión de la carrera DTM, y lamentablemente no me enteré hasta el domingo (era mi quinta carrera en ese campeonato, aún iba un poco despistado), cuando la organización publicó una nota dando fe de la ceremonia celebrada el día anterior.
Pedro Rodríguez con el BRM CAN-AM que no llegó a tiempo al Norisring (foto escaneada de una revista de la época).
Intenté por todos los medios llegar hasta allí, pero en pleno fin de semana de carreras era arto difícil moverse. Además tampoco tenía muy claro donde estaba, así que tras cansarme de patear un poco más si cabe el Norisring (aquel año hizo un calor desesperante) opté por cambiar de planes y continuar el fin de semana con normalidad.
El lunes por la mañana madrugué para poder ir pronto a dar una vuelta por el circuito, dando por supuesto que al no ser permanente iba a estar abierto al tráfico. Como además tenía el vuelo al mediodía y del circuito al aeropuerto no hay más de veinte minutos (ventajas de los circuitos urbanos), pude hacerlo tranquilamente. No tuve mayor problema para recorrerlo, aunque eso sí, despacio por la gran cantidad de obreros que estaban trabajando desmontando raíles y tribunas, y la emoción me embargó al llegar al puente: el monolito estaba ahí.
Recuerdo muy bien la muerte de Pedro Rodríguez. Fue en verano, yo tenía catorce años y estaba pasando mis vacaciones escolares en una típica urbanización de playa, donde era difícil estar al tanto de lo que sucedía en el mundo. En el apartamento de un compañero vi un ejemplar de “El Mundo Deportivo” atrasado, y allí leí la noticia, que me dejó absolutamente anonadado. Y como me pasaba entonces, eran sentimientos que tenía que guardarme para mi, porque nadie tenía ni idea de quien era aquel piloto ni de lo que significaba su muerte.
El puente y el monolito desde el otro lado de la pista (foto, Carlos Castellá).
Encontrarme en el lugar de su accidente y delante del monolito a su memoria fue un momento impresionante treinta y cinco años después. Y como en aquel entonces, tuve que digerir mis sentimientos en solitario, porque allí no había ni un alma. El día para encontrar gente con quien recordar a Pedro hubiera sido el sábado, pero claro, un lunes por la mañana… Ni tan siquiera pasó alguien a pie que pudiera hacerme una foto de recuerdo.
Así que me consuelo publicando esta entrada, que me permite compartir esos sentimientos al hacerlos públicos y convertirlos en mi personal homenaje al gran piloto mexicano.
Fuente: Blog de Carlos Castellá