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En lo que estaba siendo una lenta progresión para alguien que había deslumbrado el día de su debut, viéndose en un equipo Mercedes que no obtenía los resultados esperados, por fin llegó la esperada victoria, en China 2012, tras lograr la Pole. Era él, Nico, y no Michael, el que devolvía el triunfo a Mercedes. Todo giraba entorno a él, más maduro, más completo, pero igual de rápido.
Pero cuando todo indicaba que en el seno de las Flechas de Plata iba a ser el líder indiscutible tras la retirada de Michael Schumacher, llegó el fichaje de Lewis Hamilton. Uno de los grandes talentos de su generación, y un campeón del mundo. Mercedes quería a un piloto así. ¿En qué posición dejaba eso a Rosberg? A los ojos de los dirigentes era un piloto válido, y para el orgullo nacional, necesario: un alemán en Mercedes. Pero no era visto como el piloto para dirigir el equipo. Eso debió ser un golpe anímico, pero por otro lado, a Lewis lo conocía bien. Muy bien. Eran amigos. Levaban corriendo juntos desde el karting, pasando tiempo dentro y fuera de las pistas.
Pero una cosa es la juventud, y otra el ambiente extremamente profesional de la Formula 1. El equilibrio de aquella foto juntos sobre un monociclo, cogidos por los hombros, estaba a punto de romperse. Sólo uno podría ser el líder. Y el líder natural, fue Lewis. Ahí Nico perdió. Sí, en 2013 tuvo dos victorias por una de Lewis, pero en el cómputo global acabó por detrás. Porque Lewis era un torbellino, un huracán imparable, y un aglutinador mejor que él. Y peor aún, un desmoralizador absoluto, que minimizó la posición de Nico en 'su' equipo.
Cuando por fin Mercedes tuvo el coche para ser campeón en 2014, pese a estirar la decisión hasta, precisamente, Abu Dabi, el que logró el título fue el otro Mercedes. No él. En aquella carrera se escenificó a nivel mecánico la impotencia, cuando Nico tuvo un problema que le privó de una gran cantidad de potencia. Pero el golpe moral fue antes, en Bélgica, con aquél toque entre ambos y los pitidos en el podio hacia Nico, acabaron con su moral. Podía ser líder, podía ganar el título, pero ahí se rompió todo. Era el culpable, y Lewis reaccionó como un titán. Así que en Abu Dabi se arrastraba. Los ojos, a través de la visera, mirando a un infinito perdido, a un futuro que se adivinaba tormentoso. Ahí, en esas vueltas en las que no podía hacer nada, comprendió que quizás su tiempo, pese a su juventud, no llegaría nunca. Cuando Lewis le dobló, ni el pundonor ni el orgullo soportaron el dolor de perder el título frente al recién llegado. Su amigo. Su destructor.
El lenguaje corporal de Rosberg, dentro y fuera de la pista, fue muy explícito en 2015. Era un hombre derrotado desde el inicio. No podía luchar contra Lewis. Podía ser más rápido a una vuelta, pero en el arco de una carrera, de una temporada, estaba anulado. Sí, victorias parciales, pero nada más. ¿Por qué Lewis le destrozaba?. El instinto asesino, el ánimo de pulverizar al rival, aunque hubiera sido un amigo. Nico es un gentleman, un piloto correcto dentro y fuera de la pista, que respeta al rival. Lewis hará lo que sea por ganar, dentro de la deportividad por supuesto, pero golpeando dentro y fuera. Ahí estaban esas salidas en las que arrinconaba a Rosberg hasta asfixiarlo, dejarlo sin asfalto. A Rosberg le costó evitar eso.
Y entonces, hubo un cambio. Su final de 2015 fue impecable, cuando ya era tarde. ¿Se debía a que Lewis ya no necesitaba nada más que disfrutar de su éxito?. No, eso puede ser en una carrera concreta, pero no en tres. Algo había mutado en Nico. ¿El qué?
En 2016 hemos tenido la respuesta. A Nico ya no le importaba lo que hiciera o dijera el otro Mercedes. Su camino estaba marcado, el objetivo claro. Ya no iba a entrar en los juegos psicológicos, ni a desmoronarse por una derrota. Trabajo. Paciencia. El mismo pilotaje suave, redondo, la misma velocidad limpia, sin aspavientos al volante, sin pasadas de frenada. Y haciéndose valer en la pista. Montmeló. Austria. ¿Errores?. No, sólo respeto por sí mismo, y hacer valer su posición. ¿Lewis ha tenido problemas?. Son los problemas de Lewis, no los suyos. ¿Lewis ataca al plano moral?. Yo soy el líder.
La fortaleza moral de Nico se demostró cuando Lewis recuperó el liderato a mediados de temporada. ¿Otro 2014?. No podía permitírselo, o estaría acabado para siempre. Ya nadie le vería como un posible campeón del mundo, ni dentro del equipo, ni fuera. Segundo para siempre. No. No más. Sabía reponerse, sabía imponerse, lo había hecho en la GP2, porque el que resiste, gana. Nada de hundirse ante Lewis. Tras el verano, tres victorias seguidas. Y en Malasia, cuando la carrera era de Lewis, un golpe de fortuna, que no un regalo. La suerte del campeón, la suerte que Nico se ha ido trabajando a lo largo del año, con constancia y regularidad.
Y ahora se le reprocha su poca combatividad en las últimas carreras, su conservadurismo. Mientras que Hamilton está intratable. Pero tras los ojos de Nico, la situación era clara: Lewis es un hombre desesperado en una misión difícil. No es necesaria la lucha directa, no es necesario correr los riesgos que tiene que tomar el Mercedes 44. ¿Vapuleado?. Tras nueve victorias, las mismas que Lewis hasta Abu Dabi, nadie puede sostener eso. Enfoques diferentes, formas de aproximación diferentes. En Brasil pudo perder mucho si se hubiera enzarzado en luchas.
Dos años después, Nico bajó su visera y miraba el mismo semáforo. Durante la carrera, los ojos puestos en un objetivo, en un futuro cercano que era luminoso en mitad de la noche. La misma oscuridad a la que ha sabido sobreponerse estos tres últimos años. La perseverancia en pos de un sueño, con la suavidad y la elegancia que le caracterizan.
La bandera a cuadros entregó a Nico lo que Rosberg se había ganado. El trigésimo tercer campeón del mundo de la historia. Erik Nico Rosberg.