Os dejo una historia que leí en otro foro sobre Jim Clark, un talento al volante:
Jim Clark, los vestijios de una hogueraJames Clark nacido en Kilmany, condado de Fife, en los Highlands escoceses, era hermano menor de cuatro hermanas. Cuando Jimmy tenía 6 años la familia se mudó a Duns, al oeste de Escocia, a una granja en la campiña a la cual nunca dejó de amar y siempre quiso regresar luego de abandonar la F1. Pero no pudo, ya que una vez más queda demostrado (como con tantas historias de vida) que a veces una simple asignatura pendiente en la vida, deja la vida misma inconclusa.
Alguna vez dijo que nunca descubrió en ningún monoplaza una pieza más importante que no sea el hombre encargado de conducirlo. Incluso a las máquinas Lotus le tenía plena confianza, aún hasta minutos antes de su muerte, una desgraciada tarde durante una competencia de F-2 en Hockenheim en el año '68, cuando declaró antes de calzarse el casco y sentarse en la butaca del Lotus (el cual sería por siempre "el féretro gráfico" para los aficionados al deporte motor), que no deseaba hacer un alegato estúpido ni sentimental, pero que el diseño de los Lotus eran un ejemplo de solidez y que nadie tendría que cuestionarlo, considerando que sólo las innovaciones podían resultar riesgosas y que la vida o la muerte demostrarían si las ideas del diseñador fueron correctas. Resultó ser un epitafio lapidario, pues se dice que la vida en sí es un proyecto, lo que ocurre es que no siempre somos sus arquitectos.
Este "Escocés Volador" fue un ilustre bicampeón mundial que aún hoy es idolatrado y admirado dentro del orbe del deporte motor, un velocista nato (tal vez junto a un tal "Magic" aparecido en la F-1 dos décadas después que él, hayan sido los dos mas veloces de la historia), un hombre tan amable como simple, con una vida privada herméticamente aislada, un hombre quizá inseguro debajo del auto, pero sobre él, era tácitamente tan seguro como demoledor, dueño de un humor por momentos luminoso, comprador empedernido de toda "baratija" que le llamara la atención en las tiendas de Glasgow.
Gentes como Colin Chapman (su "eterno jefe"), lo han definido como un hombre que proyectaba grandeza hasta sentado en un artefacto sanitario... o Stirling Moss (uno de sus ídolos de su adolescencia), quien afirmaba que era un genuino "gentleman" desprovisto de toda vanidad. El principal motor que impulsaba a Jim era el afecto que le brindaba la gente, él mismo decía que eso le daba tremendo coraje.
Siempre con Lotus, disputando poco más de 70 G.P's., logró 25 triunfos, 33 pole position, 28 récord de vuelta, 32 podios y 2 Campeonatos Mundiales (1963 y 1965).
Su padre le pagaba 6 peniques por hacer las tareas en su querido "field" sobre un tractor que comenzó a manejar a los 8 años... ese dinero iba directo a la compra de combustible para entretenerse manejando el viejo Austin Seven de su padre, así, con los años, luego de la guerra, en una Gran Bretaña victoriosa, los vecinos se atornillaban sus dedos en las sienes haciéndole saber que estaba loco por la manera de manejar... lógicamente que con el correr de los años, y con Jimmy ya Campeón Mundial, muchos de esos mismos vecinos de Berwickshire, se habrán ufanado de haber predicho que sería un gran conductor. Dejó los estudios a los 13 años para retomarlos transcurrido el tiempo y con mucha avidez. Fue un tal Alec Calder (vecino y luego cuñado de Jimmy), quien lo introdujo en el mundo de las competencias cuando aún era menor de edad para poseer licencia, y lo inscribió en una competencia de habilidad conductiva organizada por el Berwick and District Motor Club... ganó, pero fue desclasificado al enterarse los organizadores que su cuñado había fraguado la licencia.
Cuando cumplió 20 años, durante Junio de 1956, y pese al desacuerdo de su familia para que compitiera, su amigo Ian Scott Watson pasó por la granja con un DKW "Sonderklasse" medianamente deportivo con una inesperada invitación a las carreras en Crimond, en el Aberdeen, Watson le había dicho que se había anotado en secreto y que necesitaba a alguien que no solo sepa ajustar la bujías sino que le dé buena conversación durante el viaje... al día siguiente, cuando faltaban 10 minutos para largar, Scott Watson puso en manos de Jimmy su casco, su auto y le dijo que corriera él, ya que en realidad para eso habían venido, el inscripto no era Watson sino Jim Clark... a partir de aquella ofrenda inesperada y descomunal, Jim comenzó a dejar en la granja paterna frecuentes y exaltados adioses... no tenía rivales en el condado, no los tuvo (a los tres meses) en todo el Western Highland escocés, y en menos de un año, su apellido y su historial ya estaban perfectamente catalogados en el continente europeo, luego ganándole a sus propios ídolos de la adolescencia... y después su amor por los monoplazas, la F1, las victorias, los títulos.
Clark era un hombre muy exigente consigo mismo, tanto era así que su principal miedo era quedar en ridículo sobre un auto, inclusive hasta llegar a la F1, él mismo fue su principal crítico... así comenzó la crónica más conocida de este grande de las historia de las carreras.
Existe una anécdota que "lo pinta de cuerpo entero" : Alan Stacey (coequiper de Jimmy en F1 hasta matarse en Spa-Francorchamps cuando un pájaro pegó en su rostro mientras rodaba a más de un par de cientos de kilómetros por hora) había ocultado siempre con certera habilidad, que le faltaba gran parte de la pierna derecha... y como cuando llegó a la categoría más importante del mundo se le habían comprometido bastante sus travesías por los exámenes médicos, sabía componérselas para postergar hasta el final de la sesión, el leve martillazo en la rodilla que mide los reflejos de cada miembro inferior, entonces, una banda de buzos ignífugos celestes, iguales al de Stacey tomaba asiento en el borde de la camilla (Innes Ireland, Trevor Taylor, Mike Spence, a veces Stirling Moss o Graham Hill) para comenzar a cruzarse de piernas entre si, hasta que nadie (y mucho menos el médico) sabía cual era el zapato propio de cada quién... en ese momento, el encargado de distraer al doctor (que invariablemente aprobaba a Stacey) con una pregunta complicada, era precisamente el inventor del truco : Jim Clark.
¿Sus miedos y obsesiones?, pocos, ya que era un hombre valiente... tal vez ocultar una amada llamada Sally, o que su rebelde cabellera se despeinara por el viento, el temor a las manchas de aceite en pista, sentirse sólo en una pista, en un box...
Hoy, a más de 40 años de su desaparición física, quedan aún los vestigios de la hoguera.