Hoy he leído una de esas historias que te hacen admirar más si cabe a los grandes precursores del automovilismo. Esos héroes que arriesgaban sus vidas en cada curva. El nombre de nuestro particular héroe, Tazio Nuvolari.
Es verano, empieza a hacer calor, y hombres serios nos dicen que la situación económica es terrible. En tiempos como éste, la única terapia que puedo recomendar con seguridad es recordar los extraordinarios acontecimientos del Gran Premio de Alemania de 1935 en Nurburgring.
En aquellos tiempos, Hitler pensaba que los Grandes Premios era una plataforma ideal para la propaganda nazi alemana, así que en 1935 se crearon dos equipos realmente formidables subvencionados por el estado alemán. Las legendarias flechas plateadas de Mercedes y el Auto Union (o Audi, como prefieren que les llamen ahora) estaban en sus primeras evoluciones en 1935, pero su impacto en la parrilla era completamente dramático. Afilados, aerodinámicos, tecnológicamente superiores y mucho más potentes que cualquier otro de sus competidores.
Los más potentes eran los increíbles Mercedes W25, con cerca de 400 caballos de potencia y con el sonido ensordecedor de sus sobrealimentadores hicieron que la revista ?The Autocar? los denominase como ?los coches más ruidosos de la tierra?. Igualmente formidable e incluso más aterrador era el Auto Union tipo Bs, diseñado por el doctor Ferdinand Porsche un poco antes que empezara a trabajar en el VW Beetle; 4.9 litros, 400 caballos con motor central Con un ratio de peso-potencia cercano a los 600 caballos por tonelada (mas que un Bugatti Veyron de la actualidad) ambos modelos representaban un salto de 3 o 4 años de desarrollo que dejaban a la competencia totalmente atrás.
Los pilotos también ayudaban. Mercedes era liderada por Rudolf Caracciola (italiano de nombre, pero alemán de pura cepa). Con un estilo muy fino, y frío como el hielo bajo presión, su relación con el astuto y complejo manager del equipo Mercedes, Alfred Neubauer fue un eco de la de Jim Clark y Colin Chapman en Lotus en los sesenta. Su escudero era Manfred von Brauchitsch, rápido como el rayo pero muy duro con su máquina. Como sobrino de un famoso general nazi, tenía una motivación particular en tener éxito en presencia de su tío y del amigo de su tío, ?Der Fuhrer?.
Auto Union contaba con un equipo de estrellas incluyendo Hans Stuck, el italiano Achille Vazri y el electrizante Bernd Rosemeyer; un conductor con un don nato que estaría por delante incluso de Schumacher en el panteón alemán.
Por comparación los competidores franceses, británicos e italianos estaban simplemente para rellenar la parrilla. Con ellos, estaba con el numero 12, el Alfa Romeo Tipo B. Tenía 4 años de antigüedad y era alto y voluminoso, el pequeño P3 -aunque tenía un motor actualizado de 3.8 litros y 290CV- no tenía ninguna esperanza al lado de semejante compañía. Aparcado al lado de los coches oficiales alemanes, parecía Chitty Chitty Bang Bang.
Pero nadie podía subestimar a su piloto. En 1935 el legendario Tazio Nuvolari tenía 43 años, lisiado por innumerables lesiones, y ya obviamente, al final de su gran carrera. Pero su maestría técnica y sus agallas no tenían par. También astuto, su relación con su compatriota Varzi (Auto Union) -como Prost y Senna pero en los anos treinta- nunca fue a bien después de los sucesos de 1930 en la Mille Miglia, cuando Nuvolari fue cegado por Varzi con sus luces en la oscuridad, antes de adelantarle peligrosamente en una pequeña recta y poniendo la vida de ambos en un certero peligro.
En julio de 1935, nueve de los Die Silberpfeile -5 Mercedes y 4 Auto Union- se alinearon en la parrilla en frente de 300,000 seguidores locos nacionalistas en Nurburgring. Estos inconcebiblemente valientes pilotos conducían coches que al final de los años treinta alcanzarían los 600CV, una cifra que no se alcanzaría hasta los coches GP de los años 80, pero con unos neumáticos de una anchura parecida a los que lleva un Smart, y unos frenos de tambor con una potencia de frenada menor a la de un Escort de los 80. No había barras antivuelco, o jaulas de seguridad, o zonas de protección de impacto, o áreas de escapatoria. Y conducían en el circuito más letal de todos ellos, en mojado, y llevando un casco hecho de lino. La más importante e inimaginable diferencia entre los coches de GP de antes y ahora es que si perdías el control de uno de ellos, estabas, con casi toda probabilidad, muerto.
Esta cercanía a la fatalidad, era evidente incluso en la línea de salida. Stuck caló su Auto Union, que estaba situado en primera línea, y su mecánico que corría hacia él para ayudarle fue arrollado por Varzi, que venía volando desde la quinta línea, cegado por el efecto spray del agua y del aceite. El mecánico sufrió una fractura craneal y Varzi, que era un hombre muy ?sensible?, corrió apáticamente durante el principio de la carrera.
En la segunda vuelta Caracciola, siempre rápido en mojado, ya había abierto una diferencia de 16 segundos. Pero detrás de él venía a la carga, Rosemeyer, que era una especia de tipo de héroe a lo Gilles Villenueve para el público alemán. Derrapando el feroz Auto Union a velocidades de más de 100 millas por hora, adelantó a los Mercedes de von Brauchitsch y Fagioli y empezó su persecución.
En las siguientes tres vueltas, Caracciola y Rosemeyer lucharon juntos en la pista mojada, en un duelo por el liderato. Se estaban distanciando del grupo, que también luchaban entre ellos, formado por Stuck, von Brauchitsch y Fagioli, y sorprendentemente Nuvolari, luchando con el poco potente Alfa Romeo. Haciendo muecas, conteniendo sus soplidos y rebotando en su asiento, el pequeño maestro (media 1.62 y pesaba 51 kg) conducía con su cabeza encima del volante y agitando los codos. Hablaba a su Alfa Romeo, y en ocasiones le daba una palmadita. Y no hacia esto de cara al público. El siempre conducía así.
Detrás de ellos, en un curioso duelo, en séptima y octava plaza, los Auto Union de Varzi y Paul Pietsch estaban consumidos en un duelo personal muy bizarro, golpeándose con las ruedas, empujándose, y pasando olímpicamente de la carrera que se celebraba alrededor de ellos. Fue el manager del equipo Mercedes, quien explico más tarde el motivo; fue en ese fin de semana, de acuerdo a Neubauer, donde el romance entre Varzi y la mujer de Pietsch, Ilsa, había empezado.
En la novena vuelta, Rosemeyer entro a boxes a cambiar sus destrozadas ruedas, dejando a los tres ruidosos Mercedes en la pista a su suerte, y un público aplaudiendo a una triunfante procesión. Los otros dos Alfa Romeo se habían retirado con problemas en la caja de cambios, dejando al número 12 luchando contra los ocho coches oficiales alemanes. Todo seguía respecto al guion.
Pero fue entonces cuando empezó a pasar algo.
A pesar de que lo intentaban, los tres Mercedes W25, no dejaban de ver en sus retrovisores a Nuvolari. Y aunque en un principio el publico había aplaudido las agallas y el virtuosismo del mantuano volador por no quedarse rezagado respecto del grupo líder, una sensación mas intranquila empezó a sentirse entre el público.
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Sigo en otro hilo