Es duro afrontarlo, pero hay que ser consciente de que no todo lo que rodea a una desgracia como el accidente y el posterior fallecimiento de Jules Bianchi es fatal. Una vez superado el 'shock' inicial, se puede intentar extraer alguna conclusión o aprendizaje de los hechos, sin que esto implique que nos duela más o menos lo sucedido.
Hasta la muerte de Jules Bianchi la semana pasada, había ya casi una generación completa de aficionados a la Fórmula 1, en la que yo mismo me incluyo, que no había presenciado ningún suceso de este tipo (refiriéndome exclusivamente a la Fórmula 1). Una generación que, en muchos casos, ha infravalorado el riesgo que supone competir en Fórmula 1, y no ha sido realmente consciente del valor y el atrevimiento de los pilotos que en ella compiten.
Por lo tanto, es posible que, a partir de ahora, algunos aficionados pongan los pies en el suelo, y se lo piensen dos veces antes de insultar al doblado que acaba de molestar al piloto al que apoyas, o de reírse del piloto que nunca bate a su compañero en clasificación.
Además, durante estos primeros días, en Twitter se han podido ver decenas y decenas de homenajes, de personas muy diversas, como muestra de apoyo a la familia de Bianchi. Por desgracia, no todo ha ido en esa misma línea, pero el problema es que se tiende a resaltar lo malo sobre lo bueno. Y, en general, en esta ocasión la reacción ha sido digna de admirar.
Por otra parte, es indudable que un accidente así ayude a que se refuercen las medidas de seguridad. Y no solo porque ahora se debata sobre acolchar grúas o proteger más la zona del casco, sino en el sentido de que 20 años sin accidentes mortales siempre pueden provocar que se acabe bajando la guardia ligeramente. Tras este accidente, no habrá nadie que ponga en cuestión que se necesita seguir avanzando en cuestiones de seguridad ?los había-, ya que salta a la vista que siempre quedará algo por hacer.
Por último, también hay que destacar que ningún piloto de la actual parrilla había competido en una carrera de Fórmula 1 en la que un accidente resultase mortal. Alguno ni siquiera había nacido el 1 de mayo de 1994. Por lo tanto, para ellos esto también es una situación que nunca habían vivido, muy dura de afrontar psicológicamente hablando. Aunque, de todas formas, los pilotos son los primeros que saben que algo así puede ocurrir.
En definitiva, tras la muerte de Jules Bianchi es probable que seamos más conscientes de cosas que estaban ahí, pero que nos empeñábamos en obviar por comodidad. Aunque no sea fácil, cada aficionado debería intentar sacar una lección de lo ocurrido, para que la siguiente vez ?esperemos que dentro de mucho tiempo- no haya nada de lo que arrepentirse.