Gran Premio de Australia, Albert Park, 2 de marzo 2001. Un chaval de tan solo 19 años salía a la pista en su primera sesión de entrenamientos oficiales a bordo de un Fórmula 1. Se llamaba Fernando Alonso, y se enfrentaba a una situación de extrema presión como ningún piloto de semejante juventud había afrontado en el pasado. Primero, porque era el tercer debutante más joven en la historia de la especialidad. Tan sólo 36 días le separaban del récord. Segundo, por las especiales y muy difíciles circunstancias en las que afrontaba su primera carrera.
Fernando Alonso pilotaba un Minardi. Seis semanas antes, el equipo farolillo rojo de la Fórmula 1 estaba casi en bancarrota. Paul Stoddart, un magnate de la aviación, se hizo cargo de la escuadra. En mes y medio había que construir dos coches. No había tiempo para más, ni siquiera para realizar entrenamientos previos. El monoplaza estaba limpio de patrocinadores. El equipo, sin recursos, tuvo que acudir a motores con tres años de antigüedad y con la menor potencia de la parrilla. Telefónica, que tenía comprometido su patrocinio para aquel año, se había retirado anticipadamente. Alonso participó el año anterior en la Fórmula 3000 patrocinado por la empresa española, pero fue abandonado a su suerte. El piloto español no olvidaría aquel gesto cuando, años más tarde, la multinacional que le había dado la espalda en aquellos vitales momentos volvía rápidamente al calor de sus éxitos con Renault.
El equipo se frota los ojos
Y allí estaba ese chavalín, con menos de treinta carreras en monoplazas como bagaje (F-Nissan, título que ganó a la primera, y F3000, donde terminó cuarto), a punto de debutar con un Fórmula 1 sin kilómetros previos de rodaje, sin conocimiento sobre el comportamiento del monoplaza, ni de una pista inédita para él. “Estaba nervioso”, recordaba Stoddart sobre el piloto español. Incluso estuvo a punto de embestir a otro monoplaza al salir a la pista porque olvidó apretar uno de los múltiples botones del sofisticado volante. Y allá se lanzó aquel jovencito asturiano con todo en contra… menos él mismo y su talento.
Primera sesión de entrenamientos cronometrados del viernes. En el equipo se frotan los ojos. Alonso… ¿decimosexto?. Entre veintidós pilotos. Por detrás, nombres como Fisichella, y Villeneuve. A su compañero Tarso Marques le mete segundo y medio. “Bueno, hay rivales con más problemas que nosotros que luego se recuperarán”, pensaban en Minardi. Segunda sesión de entrenamientos, ¡zas! ¡Decimoséptimo! . Por detrás, un Jaguar, un Prost, un Arrows, y un Benetton (el de Jenson Button). Su compañero de equipo, a dos segundos… tremendo. La primera jornada supera las previsiones más optimistas. El sábado, en la primera sesión libre, terminó decimoctavo.
Alonso salió a la pista sin la menor experiencia en la dinámica de la última y decisiva sesión cronometrada del sábado: momento adecuado de entrar en la pista, tráfico, aprovechamiento de la temperatura idónea del neumático… La lógica apuntaba a que los Minardi eran candidatos seguros a la última fila. Pero Alonso colocó el PS01 en decimonovena posición. Tarso Marques, su compañero, rodó a tres segundos del tiempo de Alonso y acabó fuera de la pista. Tuvo que ser repescado por los comisarios para poder tomar parte en el gran premio.
“Ahora ya saben de que se trata…”
Llegó la carrera y, con ella, otro cúmulo de circunstancias totalmente desconocidas para el piloto español: las paradas en boxes, los cambios de comportamiento del coche en diferentes condiciones de combustible… Alonso terminó en una increíble decimosegunda posición, con una actuación perfecta que entonces pasó desapercibida para los millones de aficionados que hoy le siguen incondicionalmente. Fue una proeza. Paul Stoddart, el patrón, no se creía el resultado, pero era consciente de quién tenía entre manos. “Después del rendimiento de Fernando hoy”, declaró tras la carrera, “la gente ha dejado de preguntarme por la sorpresa que venía anunciando. Ahora ya saben de que se trata…”. El patrón de Minardi se refería a esa fantástica joya que tenía entre manos, un talento que aparece una vez en cada década.
Aquel Gran Premio de Australia fue prodigioso. Por talento natural, carácter y personalidad, por su precoz madurez, Alonso debutó como los grandes. Pero en España nadie se había enterado. Dos años después, los ‘linces’ de Televisión Española dejaron escapar los derechos televisivos incluso tras la primera victoria de Alonso en Hungría. Los reflejos de Tele 5 proporcionaron espectaculares éxitos de audiencia y económicos. La Sexta, después, ha tirado la casa por la ventana para arrebatárselos.
Hoy en día, la Fórmula 1 ha alcanzado en España cotas espectaculares de seguimiento. Nunca hubo tanta expectación en nuestro país ante el inicio de un campeonato. Pero alguien sabía que todo ello ocurriría tarde o temprano. “Los españoles son muy extraños. En España solamente son importantes los futbolistas y los pilotos de motos. Siempre intentamos ganar, pero hay muy poca paciencia. Este era un año para aprender. En el futuro quizás voy a tener mayor presión de los periodistas españoles”. Palabras premonitorias, pronunciadas por él mismo a finales de 2001, su primera en el Campeonato del Mundo.
Hoy, Alonso vuelve a Albert Park como una superestrella consagrada a nivel mundial. Y en España, Fernando, ¿crees de verdad que los “futbolistas y “pilotos de motos” siguen siendo los deportistas más importantes…?. Que tengas mucha suerte