Bernie Ecclestone traía su casco en una mano y una de las zapatillas en la otra. Fue uno de los primeros en llegar al lugar donde Jochen Rindt había sufrido un brutal accidente, antes de la terrorífica Parabólica de Monza. Su Lotus se había estampado contra los raíles, a la izquierda, cuando la curva giraba hacia la derecha.
Ecclestone y Jochen Rindt eran amigos, y el británico también aconsejaba al piloto con sus contratos, aunque sin ánimo de lucro. Ahora le acompañaba en la ambulancia hasta el hospital. El conductor incluso se perdió por el camino. Poco importaba ya, porque Rindt había fallecido prácticamente en el acto. Aquel fin de semana el piloto austríaco podría haberse proclamado, matemáticamente, campeón del mundo.
Un temperamento especial
Con un físico inconfundible, arrogante de temperamento, quienes le conocían en privado advertían, sin embargo, una personalidad más amable. Quizás respondiera a la pérdida de sus padres en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando sólo tenía un año. Creció junto a sus abuelos, pero sin límites. Fue expulsado de diferentes colegios y se involucró desde muy joven en actividades de riesgo que satisfacían su espíritu competitivo e independiente. Pronto comprendió que no había nada como el automovilismo para encarrilar aquel temperamento.
Debutó en 1964 en la Fórmula 1, y ganó las 24 Horas de Le Mans de 1965. Aunque triunfaba en la Fórmula 2, no contó con monoplazas competitivos en los primeros compases de su carrera en la máxima categoría. Era una época donde las deficiencias de un monoplaza se compensaban corriendo riesgos extremos, así que destacó por un agresivo, espectacular e inconfundible estilo. En una ocasión le preguntaron cuántas veces pilotaba más allá de sus límites, "dirás que cuántas veces lo he hecho dentro de ellos...", respondió. Enzo Ferrari le definió como un "acróbata".
Una de las victorias más especiales en la historia de Mónaco
Finalmente llegó la oportunidad cuando Lotus le fichó en 1969. Pero la relación con Chapman era dura. El ingeniero británico había perdido a Jim Clark el año anterior, su alma gemela en la pista, y jugaba al límite de la seguridad para construir monoplazas más rápidos. En el Gran Premio de España de 1969, en Montjuic, el alerón trasero de su coche cedió y se estrelló contra los restos aparcados del otro Lotus de Graham Hill, estampado en el mismo sitio y por la misma razón. Pero aquel mismo año logró su primer triunfo en Estados Unidos. "Maduró y se serenó tras aquella victoria". Jackie Stewart era uno de sus mayores rivales y también mejores amigos.
Quizás por ello se negaba a utilizar en 1970 el más moderno Lotus 72 y prefería el desfasado modelo 49, con el que protagonizó una de las victorias más épicas en la historia del Gran Premio de Mónaco. Octavo en los entrenamientos, era cuarto a 15 segundos del líder, Jack Brabham, con 13 vueltas para terminar. De repente, se transformó y comenzó a rodar incluso por debajo de la pole de Stewart, dos segundos más rápida que su tiempo del sábado. 4.4, 2.4 "Con una conducción increíble" no se pierdan el vídeo-, en la última vuelta se colocó a 1.3 segundos del australiano, a quien presionó de tal manera que erró la frenada de la Rascasse, a pocos metros de la bandera a cuadros. El serio entre los serios lloraba de alegría en el podio.
El cinturón, parcialmente ajustado
Luego aceptaría el Lotus 72, más evolucionado, y aquel año ganó cuatro carreras seguidas. "Ya no forzaba el monoplaza, comprendió que "soltarle las riendas" al coche, invariablemente, "genera velocidad", explicaba Stewart. Pero también en el mismo plazo perdía por accidente a Piers Courage y Bruce McLaren, amigos personales. Rindt contaba además con una hija de dos años, fruto del matrimonio con Nina, una modelo noruega. Se dice que había prometido a su esposa retirarse a final de aquel año. Otras fuentes hablaban de que iba a dejar Lotus para crear un equipo con Bernie Ecclestone.
Con la ventaja adquirida en la general, un triunfo en aquel Gran Premio de Italia le aseguraba el título. "Tendrás que sonreír un poco más a las cámaras si ganas", le bromeaba su amigo Stewart recordando ese particular "temperamento arisco" con el que, sin embargo, el escocés congeniaba enormemente.
Rindt quería volver a utilizar en Monza el 49. Chapman se negó y llevó a tres unidades del 72. Con menor velocidad punta, ambos decidieron retirar los alerones para reducir el drag y luchar con los Ferrari. El sábado, el coche ya alcanzaba los 330 km/h. Pero en la última sesión de entrenamientos del sábado llegó el brutal e inesperado impacto con unos raíles, además, mal instalados. Rindt utilizaba sólo cuatro anclajes del cinturón de seguridad "en vez de los cinco habituales" para escapar con rapidez en caso de incendio. Su cuerpo se deslizó hacía adentro del monoplaza. El frontal estaba destrozado.
"Supe que se había ido para siempre..."
Stewart salió corriendo hacia el centro médico. Su mujer y Chapman se llevaron del circuito a Nina. "Me encontré su cuerpo en un Volkswagen pick-up, pero nadie le atendía, lo que me dejó anonadado". "Tenía los ojos cerrados, una herida muy seria en la pierna y en el pie, pero no sangraba" "Supe entonces que se había ido para siempre", recordaría el escocés.
Ken Tyrrell ordenó a Stewart que completara la sesión cuando ésta se reinició media hora más tarde. "Era demasiada tristeza, dentro del casco, con la visera bajada, comencé a llorar, sentía hasta la sal de las lágrimas al salir". Con la muerte de su amigo en carne viva, el escocés volvió a la pista. "Miré en la primera pasada dónde había tenido el accidente Jochen, me concentré, y en la tercera vuelta logré el giro más rápido que nunca dí en Monza". Al llegar a boxes "la realidad de aquello me volvió a golpear". Su amigo John Lindsay le pasó una Coca Cola al bajar del coche, "bebí dos sorbos y la estampé contra la pared en mil pedazos. Nadie dijo una palabra, era algo fuera de lugar en mi carácter, y nunca volví a hacer nada parecido en mi vida".
La investigación posterior explicó el accidente por un problema con los frenos del Lotus. Paradójicamente, se produjo muy cerca de donde se había matado en 1961 el héroe de la infancia de Rindt, Wolfgang von Trips. Como Rindt, cuando el piloto alemán falleció lideraba el campeonato y sólo necesitaba un tercer puesto en Monza para rematar. Pero el americano Phil Hill pudo superarle en las siguientes carreras y se proclamó campeón. En 1970, Jacky Ickx Ferrari- aún podía superar a Rindt en las tres pruebas que faltaban. Pero la victoria de Emerson Fittipaldi en el Gran Premio de Estados Unidos, con otro Lotus, permitió a Rindt lograr la corona que no pudo recibir Von Trips. A título póstumo.
"Era uno de los hombres más sinceros que he conocido", recordaba Jackie Stewart, "decía lo que pensaba, y por ello, molestaba a tanta gente como aquella con la que congeniaba, pero le admiraba tremendamente como piloto. Confiaba totalmente en él cuando competíamos en la pista, y desarrollamos un entendimiento mutuo como no había conocido desde los días de Jim Clark". En Silverstone 69 protagonizaron un duelo memorable donde se adelantaron más de 30 veces en la carrera, "a la salida de las curvas, cuando íbamos en paralelo, nos mirábamos el uno al otro..."
Más de 30.000 personas acudieron a su funeral en Graf. En la ceremonia de la FIA, el propio Jackie Stewart fue quien entregó el premio a Nina, la viuda del piloto austríaco y amiga del escocés y su esposa. Como el Cid Campeador, también después de morir, Jochen Rindt había ganado su última batalla