Todos los deportes de motor necesitan de un aliado fundamental para conseguir buenos resultados. Y la F-1 no es una excepción. Dan igual las manos, el talento, el trabajo o la genialidad. Si no cuentas con un coche competitivo, tus opciones de vencer se convierten en nulas. Un piloto puede añadir un extra al potencial de su monoplaza, pero siempre hasta un límite. Y para razonar esto con datos no hay más que acudir a la historia de la competición.
La F-1 nació en 1950 y en 1958 se instauró la general por escudería. Pues en las 54 temporadas completas que llevamos con ese doble título, únicamente en diez el piloto que ganó el Mundial de pilotos lo hizo sin el coche que se impuso en el de equipos. Es decir, sólo el 18,5%. Y analizando esos diez casos, vemos que en ocho de ellos el campeón individual iba al volante de un monoplaza de la escudería que quedó subcampeona. De los otros dos, Nelson Piquet, en 1983, se llevó el título mientras su equipo, Brabham, era tercero tras Ferrari y Renault, y la mayor gesta de la historia en este sentido fue la que consiguió el finlandés Keke Rosberg, padre de Nico, ya que en 1982 se hizo con el título de pilotos al volante de un Williams que únicamente fue cuarto por escuderías tras Ferrari, McLaren y Renault.
Treinta años después, esa hazaña, que no fue tal en el caso de Keke, es la que pretende emular Fernando Alonso esta temporada. El ovetense marcha líder con un Ferrari que ocupa la cuarta plaza en la general de constructores. Sin embargo, las comparaciones entre el título que ganó Rosberg y la excelente temporada que tiene a Alonso líder con cuarenta puntos sobre Webber y 42 más que Vettel no serían justas para el español. El asturiano ha puntuado en los once grandes premios disputados y lleva tres victorias, seis podios y dos poles. Además de sumar 139 puntos más que su compañero Massa. Por su parte, el finlandés de Williams sólo logró una victoria en toda la temporada y su Mundial se debió a una suma de trágicas coincidencias que le otorgaron un galardón que no se mereció en la pista.
En 1982, la muerte en Zolder de Gilles Villeneuve marcó el campeonato, pero su compañero en Ferrari que no amigo, el francés Didier Pironi, iba directo a por el título cuando llegaron a la 12ª prueba, el GP de Alemania. El galo aventaja en 16 puntos a Rosberg (cuando la victoria otorgaba nueve) y nada parecía poder detenerle. Pero, en el warm up Pironi rodaba bajo la lluvia probando un nuevo compuesto de agua cuando se encontró en la pista con el norteamericano Daly, compañero en Williams de Keke, y al adelantarle no se percató de que también estaba el Renault de Prost, con el que impactó.
Pironi salió despedido en un accidente casi calcado al sufrido por Villeneuve en Bélgica aunque con mejor desenlace. Salvó la vida y las piernas, que corrieron serio riesgo de ser amputadas por las graves heridas, pero el título y la carrera deportiva del francés en la F-1 llegaron a su fin. Rosberg fue campeón con el cuarto coche, pero no lo hubiera sido de disputar Pironi las últimas cuatro pruebas. Alonso sí puede lograr la hazaña en buena lid.
Vettel cree que el mejor es el Ferrari
Tras la victoria de Alonso en el GP de Alemania, Vettel dejó claro que en su opinión el mejor coche es el rojo: "Ferrari tuvo un comienzo de año difícil, pero ahora son los más consistentes en todas las condiciones: lluvia, seco, con cambios de adherencia del circuito, con frío, con calor... Tienen el mejor coche, son rápidos y fiables. En Hockenheim nos mantuvieron a nosotros y a McLaren detrás, eso es un hecho, no es mi interpretación". Eso sí, después de lo que se vio en Hungría no volvió a pronunciarse...
De AS.COM