!!Vaya por delante antes de que empiecen a sonar los sables que no es una critica hacia mi estimado Quincepodios!!Érase una vez un crío que soñaba con ser piloto de F1: en la escuela, mientras el profesor hablaba de historias de reyes que conquistaban tierras lejanas, él dibujaba en su cuaderno el trazado de los viejos circuitos de Spa, Monza o Mónaco, recorriéndolos una y otra vez con su bolígrafo plateado, soñando con flashes de fotógrafos que le esperaban en las alfombradas pasarelas que conducen al podio.
Los sueños de los niños son más fáciles de alcanzar si un mayor cree en ellos, malgastando los suyos propios en el nido ajeno, como si el cuco del destino le hubiera visitado a hurtadillas.
Él tuvo la suerte de un padre que desde el nacimiento apostó por tener un hijo veloz: por eso le puso el nombre de Carl Lewis, en homenaje al atleta apodado "El hijo del Viento" que el año anterior había ganado cuatro oros en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Se jugó los ahorros que no tenía, hasta dejar en el chasis su propia vida de inmigrante caribeño, buscando resultados que le abrieran una puerta.
Así, pasaron años juntos, forjando, circuito a circuito, una brillante carrera que le puso a los pies del gran señor, el que tenía (y tiene) la llave que abre el garaje de McLaren.
A veces, sobre todo en los cuentos, los sueños se cumplen, y el Hijo del Viento empezó a cosechar triunfos; los flashes se encendieron para él y salpicando la oscuridad de estrellas, que en definitiva son los sueños de los niños.
Sin darse cuenta de lo que perdía, Carl Lewis, el Hijo del Viento, no se contentó con ser el mejor: quiso ser el Único; pero ya no tenía a su lado un mayor que le cuidara los sueños, porque se dejó conducir por la senda del glamour de la mano de un tal Simon Fuller, un manager que no entiende de sueños, sino de realidades y de vanidades, al que le da igual que sean de las Spice Girls, de David Beckhan o de Amy Winehouse, esa chica cuyos sueños se quebraron tan tempranos, con apenas un año más de los que ahora tiene Hamilton.
Los flashes ya no buscan la estrella del deporte, sino la polémica que hace subir el valor mediático del producto comercial propiedad de XIX Entertaiment; en su interior, el piloto no se contenta con no ganar carreras, pero ya no es el mismo. Ahora es su compañero de equipo el que acaba delante, el que sube a los podios, mientras el Hijo del Viento se pierde en tempestades ajenas.
Hamilton es un tipo que se merece algo mejor; puede hacernos disfrutar momentos apasionantes o puede provocar que sus compañeros de parrilla se reúnan para tratar de su forma de pilotar; no es cuestión de un estilo agresivo o impulsivo, sino un chico descentrado buscando sólo el éxito: pero es tan corta la gloria y tan largo el olvido.
Quienes le quieren se preocupan por su destino, mientras los otros, los que sólo buscan provecho, esperan de él que siga llenándoles los bolsillos: ¡qué pena me produce tanto talento desperdiciado!.
Fuente:http://pulguitaatodogas.blogspot.com/