Una sonrisa siempre pegada a su cara
Enzo Ferrari le estimaba tanto que incluso cedió un Fiat a su esposa Joanne, la única excepción con cualquier piloto en la historia de la Scuderia. Ferrari admiraba su clan familiar?con su hijo Jacques- que vivía en los circuitos en una caravana. Fuera del monoplaza, se convertía en un niño grande. Era tímido y reservado, pero siempre con la sonrisa puesta. ?Cuando pienso en el hoy en día, lo primero que me viene a la mente era su sonrisa? recordaba Mario Andretti. Y su mirada límpia. ?Honesto? era la definición más común entre sus colegas de pista.
Pilotaba como vivía y vivía como pilotaba, ya fuera también su helicóptero Augusta o la increíble motora que necesitaba motores secundarios para salir del puerto de Mónaco, porque los potentísimos propulsores principales que había montado eran ensordecedores. Con su 308GTB de calle, literalmente, aterrorizaba a todos y cada uno de sus pasajeros que se atrevían a subir con el en la vida cotidiana.
En una ocasión, en la bifurcación de Génova y Monaco, un grupo de gendarmes esperaban a un Ferrari que rodaba a velocidad de locura. Al darle el alto, el coche se cruzó en una violenta frenada y quedó parado junto a los agentes. Cuando el primer policía se acercó enfurecido, porra en mano, el conductor sacó tranquilamente por la ventanilla unas fotos, sin decir nada. Al verlas, el agente comenzó a gritar su nombre. Al segundo, todos los gendarmes le rodeaban mientras les firmaba las fotografías.
Al final, sobrepasó el límite
En San Marino '80, Imola, un neumático se reventó inesperadamente y sufrió un impresionante accidente. Perdió la visión durante casi medio minuto, pero salió ileso. ?En cien carreras, si tengo cien accidentes, por pura estadística tengo que hacerme daño al menos una vez, tal vez dos o tres?, declararía después, ?la próxima hay muchas posibilidades de que resulte herido. Si ocurre, qué se le va a hacer, es un riesgo del oficio. Espero que sean heridas o fracturas que se curen. Lo que sentiría es un accidente como el de Regazzoni. Es terrible, no podría continuar corriendo?? Desgraciadamente profético.
Su personalidad sin dobleces no pudo digerir la traición de su compañero Didier Pironi, cuando este le robó inesperadamente la victoria en la última vuelta del Gran Premio de San Marino Imola 1982. Vivió dos semanas atormentado por aquella traición. En la siguiente carrera, el Gran Premio de Bélgica, ?aquel acróbata, siempre en el límite de su coche?, (René Arnoux) desgraciadamente lo encontró para volar hacia los cielos.
En aquel fatídico 8 de mayo de 1982, mientras veía las imágenes en el Telediario, el chaval del Jarama se quedó mudo y anonadado. Y se le partió el corazón. Treinta años después, aún no ha conocido a nadie como Gilles Villeneuve.