REBELDE CON CAUSA :
Marcos Siebert es hoy el abanderado en la lucha de los argentinos en el exterior desde hace 35 años: la falta de presupuesto.
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Se podría decir que el marplatense Marcos Siebert libra una pelea contra el sistema. Tras haber logrado el año pasado el título de la Fórmula 4 Italiana, aún no tiene confirmada su temporada 2017 en Europa. La GP3 Series es el gran objetivo, pero todavía no logró el presupuesto completo para confirmar su participación en la división promocional. Sin dudas, una historia que se repite con nuestros compatriotas desde el retiro de Carlos Alberto Reutemann de la Fórmula 1 en 1982.
Luego de la salida de santafesino de la Máxima nunca hubo un proyecto del Estado para apoyar a pilotos argentinos en Europa. Su caso y los de Juan Manuel Fangio y José Froilán González fueron los más importantes en la historia de los nuestros en la F-1. Los tres llegaron a la categoría gracias a la ayuda del gubernamental y se destacaron. El Chueco logró cinco títulos (1951, 1954, 1955, 1956 y 1957). Pepe fue el primer ganador con Ferrari (1951), fue subcampeón en 1954 detrás del balcarceño y, además, el único argentino en vencer en las 24 Horas de Le Mans (1954). Mientras que Lole estuvo cerca de ser campeón y terminó segundo en el torneo de 1981.
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Desde 1982 hubo varios casos de argentinos que se vieron frustrados. Ese año Oscar Larrauri fue el elegido tras conseguir el cetro de la Fórmula 3 Europea. Según contó Poppy en su momento tuvo ofertas de ATS, Ligier y hasta Froilán González llegó a ofrecerlo en Ferrari como posible reemplazante del malogrado canadiense Gilles Villeneuve. Pero la Guerra de Malvinas y el contexto de un país en plena crisis truncaron su sueño. Su llegada a la F-1 fue tarde y haciendo lo que podía con un humilde Eurobrun en 1988 y parte de 1989.
El panorama político-económico de nuestro país en los comienzos de los ?80 también atentó contra las aspiraciones de Víctor Rubén Rosso, Enrique Mansilla y Enrique Benamo, entre otros. Se suma el caso de Miguel Ángel Guerra, quien si bien llegó a la F-1, solo hizo 400 metros por el accidente que tuvo en la largada del GP de San Marino en 1981. Después de la recuperación por la fractura de un tobillo el porteño no logró reincorporarse en el Viejo Mundo en esa década (en 1993 fue campeón del Turismo Italiano).
En 1991 Néstor Gabriel Furlan llegó a la Fórmula 3000 Internacional, por entonces antesala de la F-1. A pesar del apoyo de YPF, no le alcanzó para quedarse. Norberto Fontana fue la gran esperanza a fines de los ?90, pero solo pudo correr cuatro Grandes Premios en 1997 con Sauber ya que en 1998 el brasileño Ricardo Rosset le birló la butaca de Tyrrell por tener mejor presupuesto. En aquel ?98 debutó Esteban Tuero en el equipo más pobre: Minardi. Corrió toda la temporada, pero decidió retirarse de manera sorpresiva al terminar el torneo. También con el equipo de Faenza compitió Gastón Mazzacane en todo 2000. El platense luego pasó a Prost Grand Prix, pero solo disputó tres fechas del certamen 2001.
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Hubo que esperar hasta mediados del 2000 para que apareciera otro piloto con posibilidades. Ése fue José María López, quien llegó a formar parte del programa de desarrollo de Renault. La relación entre Pechito y el Rombo se cortó en 2007 y por eso el de Río Tercero volvió al país para descollar en las principales categorías. Ese protagonismo le permitió tener una segunda oportunidad de ingresar a la F-1 de la mano del USF1, un proyecto que terminó en una mentira. Fue un fiasco tan grande como la cara dura de Peter Windsor, uno de los responsables del equipo americano. Jamás se supo dónde fueron a parar los 800 mil dólares que el periodista-empresario inglés se llevó de la Argentina... Aunque López tuvo una merecida revancha. En 2014 llegó al WTCC y fue amo y señor durante tres temporadas junto a Citroën. Ahora está en un selecto grupo y en este 2017 correrá en la Fórmula E con DS y en el Mundial de Endurance con Toyota?
Otros de la generación del cordobés no tuvieron su misma fortuna. Tal es el caso de Mariano Altuna, Esteban Guerrieri, Ricardo Risatti y Juan Cruz Álvarez, entre otros. Ellos se vieron afectados por la peor crisis política-económica de la Argentina y aguantaron en el exterior lo más que pudieron.
Si bien el país se recompuso en la segunda mitad de la década pasada la falta de apoyo por parte del Estado fue una constante. Esto dejó solo en conjeturas lo que podrían haber hecho en Europa algunos pilotos talentosos como Mariano Werner, Néstor Girolami, el recordado Guido Falaschi y por qué no Facundo Ardusso. Todos debieron cambiar el chip, quedarse en el país y seguir en autos con techo. Solo el Bebu tiene ahora su participación internacional asegurada en el WTCC con Volvo. Sí, el tren le llegó a los 27 años.
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La última vez que un argentino sumó puntos en la Fórmula 1 fue en el GP de Sudáfrica de 1982 cuando Reutemann fue segundo en la que fue su penúltima carrera en la división. Además, ya pasaron 16 años desde que Mazzacane se convirtió en el último compatriota en la F-1 y una década desde que uno de los nuestros probó un monoposto de la Máxima ya que en 2007 Caíto Risatti se subió a un Toyota como premio por lograr el título de la Fórmula 3 Española en la temporada anterior.
Es la peor racha histórica de argentinos fuera de la F-1. Un despropósito en un país que respira automovilismo. Es cierto que un proyecto del Estado demandaría una inversión millonaria a largo plazo, pero también lo sería el efecto económico a favor. Se podrían promover dos o tres jóvenes desde el karting y apoyarlos en las categorías promocionales para luego llegar al objetivo final. La Marca Argentina y el turismo podrían explotarse en mayor y mejor medida con deportistas en el primer nivel. Al hacer escuela en Europa y en las categorías previas como GP3 y GP2 se haría publicidad con embajadores deportivos acompañando en muchas carreras a la Máxima. Una vez llegado a la categoría, la promoción de nuestro país se potenciaría en un calendario que recorre el planeta. Sólo falta voluntad política y una decisión que cambie la historia para siempre.
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Más allá de los antecedentes de los últimos 35 años, la lucha contra la utopía continúa. Por eso se renuevan los sueños. El talento está, lo que falta es el apoyo gubernamental. Ayer fueron los Larrauri, luego lo s Fontana y más cerca en el tiempo los Pechito López, por nombrar a los más emblemáticos. Hoy es Marcos Siebert el rebelde con causa que solo quiere una cosa: representar a la Argentina en lo más alto del deporte mundial.