ERA el domingo 27 de julio de 1969 cuando los principales acores del automovilismo deportivo mexicano se enfilaban hacia el crucero, entre Toluca y Zitácuaro, en el Estado de México, para llegar a la carretera que la Comisión Federal de Electricidad había mandado a construír, para llegar a su red en Valle de Bravo.
Cierto, existía el camino tradicional, sinuoso, angosto, de Toluca directo a Valle de Bravo, pero se llevaba mucho tiempo. A cambio, el otro era amplio, con mucho menos curvas que el otro camino y por eso era elegido por muchos para llegar a ese sitio vacacional mexiquense.
Ricardo Rodríguez Cavazos.
Ricardo Rodríguez Cavazos.
Resultó que un club automovilístico de los varios que existían en ese entonces en México, el Auto Club Quelonios, A.C., tras conseguir los permisos correspondientes, tanto de la CFE para utilizar su carretera, como del estado de México, anunció la celebración de su Hill Climb Valle de Bravo-Bosencheve.
Había despertado interés, porque estaba confirmada la participación del formidable piloto-pelotari mexicano, Moisés Solana Arciniega, en su McLaren, quien buscaría establecer una nueva marca en esa ruta.
Pero… Ricardo Rodríguez Cavazos, un lagunero que había empezado a sonar en Estados Unidos, porque había ingresado al campeonato de la Serie Can Am, con regular éxito, dijo que venía a vencer a Moisés y con otro McLaren, estaría en la línea de largada.
Contra su costumbre, Moisés, como “buen anfitrión, aceptó largar penúltimo, dejando que Rodríguez Cavazos saliera de último.
Moisés Solana Arciniega.
Moisés Solana Arciniega.
Poco antes de partir, Moisés le había recomendado a varios pilotos que tuviesen cuidado con una curva en “S”, muy difícil, que contaba con un vado en el centro y que se identificaba porque había un árbol enorme enfrente del camino previo.
La carrera se inició. Moisés jamás se entero que a los pocos metros del inicio, Rodríguez Cavazos había abandonado con desperfectos mecánicos. Y Solana, fiel a su propósito de ganar carreras y lograr marcas, aceleró a fondo.
De pronto, casi a mitad del camino, se escuchó una explosión y se elevó una nube de humo como si fuese producto de una bomba. Muy cerca del lugar estábamos, de lado sur, Ramón de Izaurieta y el reportero. Del norte, Juan Carlos Bolaños, Pablo Piñeiro y José Madero.
Eramos los más cercanos, pero nadie se movía, porque no sabíamos cuántos carros estaban en movimiento todavía, ni quién era el accidentado.
Pasados unos momentos, arribó en carrera José Bárcenas, un entusiasta del deporte, con un Stalingini, un monoplaza que casi nunca terminaba las carreras, avisando: “Se estrelló Moisés allá atrás. Hay que ayudarlo”…
De un lado y otro corrimos al sitio del percance. Se veía la parte baja del McLaren, con llantas y rines (de magnesio) ardiendo, humeando. Nadia de la parte superior que pudiera decir que era el McLaren. Buscamos a Moisés en los alrededores, pensando que podía haber sido expulsado de su unidad. Sólo había restos de una unidad: una salpicadera con su espejo, pedazos de la fibra de vidrio, etc. Pero sólo eso.
Moisés yacía “aplastado” por su propio coche, que se había quedado sobre un principio de un monte.
Poco a poco fueron llegando muchos, que esperaban en la meta a Moisés y a Rodríguez Cavazos. Bárcenas, que llegó hasta allá, les avisó del accidente.
El McLaren tardó mucho tiempo incendiado. Extinguidores, muchos de los autos de competencia y particulares que llegaron, se agotaron sin lograr apagarlo. Bárcenas sugirió que se le echara tierra de los alrededores, lo que se hizo. Pero fue hasta que mucho tiempo después, llegó una grúa, que jaló aquellos restos, que el fuego se apagó.
Lo temido se confirmó. Moisés perecía al volante de su bólido, llenando de luto al deporte mexicano.
Solana, en ese sitio que había advertido, según criterios, llegó a alta velocidad a ese vado. Se oyó su frenada brusca. Lugo cambios de velocidades hacia arriba. Luego… ¡La explosión!
Moisés, se cree, tomó el acotamiento derecho para alinear el auto al camino, pero pero por la elevación de la salpicadera, nunca vió que iba directo contra un “puente de piedra”, de 2.50 por cuatro metros, con el que chocó, produciéndose su accidente mortal.
CAMBIANDO VELOCIDAD
Moisés nunca supo que se accidentó y su deceso fue instantáneo. Y todo lo demás que se ha dicho, no deja de ser leyenda…