Agazapado en la cuarta plaza del mundial de pilotos, el Rey pescador, Jenson Button, permanece al acecho en una temporada larga que nadie se imaginaba que comenzase a ser tan larga y tan apretada como se ha desvelado en tan solo cuatro miserables carreras.
Ganaba en Melbourne pero cedía la rodilla en Shanghai y Sakhir, y así y todo sigue estando a 10 puntos de Sebastian Vettel, lo que bien podría llevarnos a preguntar qué demonios lleva dentro este británico glamouroso que parece un atleta griego de cuando a Zeus se le respetaba como Dios manda.
Mientras parece que gana en la gabacha Francia un Hollande que servirá primero y sin duda a su pueblo, aunque de rondón nos sirva a nosotros para esquivar el yugo impuesto por la Merkel, pienso en esta dulce saeta, cincelada en seco sobre carne tibia, hermoso en su más amplio sentido, de ojos claros como el alba, casi perfecto, con un estilo que muchos quisieran, cuyas suavidades internas disfruta Michibata en el calor del las noches, los días y los mediodías, y cuyas aristas duras disfrutamos los que le vimos plantar cara desde un BAR a la Ferrari de 2004 para naufragar después en Honda, y resucitar más tarde en una endemoniada y tramposa Brawn que a la postre le granjeó alcanzar en el Olimpo el lugar que ocupa entre nuestros sobresalientes.
Los que me seguís desde casi el principio, sabéis de sobra que Jenson me gusta y que lo he defendido siempre, como gato panza arriba, incluso cuando se armó de valor para meterse en la boca del lobo arrimando su hombro al de Lewis.
Es cierto que Dennis ya no estaba y que por tanto todo era distinto a lo que sufrió Fernando. También lo es que Button es británico y que eso suma puntos en una escudería donde serlo supone un bonus, pero había que tener agallas y Jenson las tuvo para aguantar al ídolo en 2010, incluso para derribarlo en 2011, hasta el punto de que la de Woking ha cambiado sus miras y lo ha puesto en la diana de sus expectativas...
Y aquí está el tipo al que muchos daban por acabado cuando levantó la voz para decirle a Honda que con aquel cacharro de 2008 no había nada que hacer, quien en 2009 labró su victoria final en la primera mitad de la temporada, pero que lejos de hacerse el orejas, la defendió con uñas y dientes en sus postrimerías. El mismo que en 2010 acusaba recibo de lo que le iba a ser su vida deportiva como no se pusiera las pilas. El mismo que al año siguiente marcaba a Hamilton el territorio donde iban a jugar aunque no quisieran. El mismo que hoy lidera McLaren desde la sombra.
Y aquí estamos él y yo, aparentemente solos, preguntándonos qué cartas marcadas guardamos, cómo haremos para no equivocarmos, valorando juntos si es más bonito Frome que Gorliz, y apostando a cuál será el circuito donde Michibata y el que os escribe saltarán de alegría porque en el fondo ya lo sabían.
Ella nos interrumpe y afirma con cierto puntito de soberbia que en Mónaco. Yo asiento, pero juego lo que tengo a que también cantamos el alirón en el Gilles Villeneuve. Él se limita a mirarnos, pero su sonrisa simétrica y perfectamente delineada de gentleman británico, augura que no se va a conformar con tan rácanas aspiraciones. Quiere el doblete, el segundo de su lista, el bicampeonato, ponerse a la altura de Seb o de Fernando, grabar su nombre en el Olimpo más Olimpo de todos los Olimpos, labrarlo en granito o mármol para que todos recuerden que se llama Jenson, que fue un ángel caído y que ha resucitado
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