Flashback: La fugaz y dolorosa historia de los Hermanos RodríguezLatinoamérica está por convertirse en la sede de próximo Gran Premio de Fórmula 1, esta vez, México recibirá al Gran Circo para lo que será la antepenúltima cita del Mundial y el lugar seleccionado para el desarrollo de dicho evento, es el circuito Hermanos Rodríguez, un hermoso trazado que lleva por nombre el de las leyendas del automovilismo mexicano, justamente en ellos, en este par de maestros al volante, se basará este flashback.
Por Ricardo Daniel Hulett
Estatua en conmemoración de los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez en el circuito que lleva su apellido
"Ese se cree un Taruffi" (como el famoso piloto italiano), era la expresión popular para señalar a los que excedían los límites de velocidad en las ciudades mexicanas; irónicamente, dos de los iconos más representativos del automovilismo de ese país, no conducían en medio del tráfico de las ciudades, ya que lo consideraban peligroso, llegaron a contratar chofers para evitarse dicha molestia. Estos hombres, aún sin saberlo, serían la inspiración de toda una generación de mexicanos, los máximos exponentes del automovilismo azteca. Los hermanos Pedro y Ricardo Rodríguez, aunque no fueron campeones de Fórmula 1, se convirtieron en símbolos del automovilismo nacional méxicano e internacional. Pero, ¿qué tuvieron que hacer para ser considerados héroes de los deportes del motor?
Recordar a los hermanos Rodríguez es adentrarse en una historia de éxitos y tragedias preparadas deliberadamente por aquello que se llama destino. Todo empezó un 18 de enero de 1940, en la ciudad de México, cuando Pedro Rodríguez de la Vega comenzó su devenir por este mundo; sólo dos años después, pero un 14 de febrero, hace lo propio su hermano, Ricardo . Ambos, eran hijos del matrimonio de Pedro Natalio Rodríguez Quijada y Concepción 'Conchita' de la Vega Gorráez; como suele ser habitual en los pilotos de élite, los hermanos Rodríguez desarrollaron, a temprana edad, un apasionante gusto por bicicletas y motocicletas y el olor a gasolina fue un elemento predominante en sus vidas a partir de la adolescencia.
Los hermanos Rodríguez forman parte de ese grupo afortunado de pilotos, que pudieron recibir respaldo por parte de su adinerada familia; sin embargo, no hay que restar méritos al pilotaje de ambos, ya que demostraron ser ganadores en las pistas de múltiples disciplinas. Para cubrir esa "reciente necesidad de velocidad", que aumentaba acorde lo hacía su edad, su padre invirtió gran parte de su fortuna personal en la compra y alquiler de coches de marca como Porsche, OSCA y Ferrari, para impulsar la participación de sus hijos en campeonatos internacionales como el Mundial de Resistencia.
Ambos debutaron internacionalmente en 1957, el mayor, Pedro, con sólo 17 años de edad, lo hizo con un Ferrari 500TR en Nassau, Bahamas. Por su parte, Ricardo, lo haría en Riverside y batiría a todos sus rivales en la clase 1.5 litros con su Porsche RS, más adelante repitió sus triunfos en Nassau, Bahamas a fin de año. Después de tal demostración, el joven de 15 años de edad demostró tener mucho valor y calidad como piloto, incluso más que su hermano.
Aún sin cumplir los 17 años, Ricardo intentó participar en las 24 horas de Le Mans de 1958 con un Ferrari 500TR, el reglamente se lo impidió debido a su juventud, pero Pedro sí pudo participar con José Behra hermano del famoso Jean Behra. A partir de 1959, ambos comenzaron a asistir frecuentemente a carreras de resistencia, ambos hermanos, corrían para el equipo North American Racing Team (NART), pero en 1960, Ricardo fue el primero en experimentar el dulce sabor del éxito. Junto a André Pilette consiguió el segundo lugar en las 24 horas de Le Mans, fue el más joven en lograr dicha hazaña con 18 años y 133 días.
"Ricardo era un muchacho impulsivo. Muy decidido, no le tenía miedo a nada", cuenta Carlos Jalife, autor de la biografía más completa que se ha escrito sobre estos dos hermanos.
Parrilla liderada por Ricardo Rodríguez y su Ferrari 1556 y Wolfang von Trips durante el GP de Italia de 1961
Mientras, Pedro seguía centrado en las carreras de resistencia, a Ricardo, seducido por el Comendatore y su flamante Cavallino Rampante, le invitaron a conducir un Ferrari en el Gran Premio de Italia de 1961, el mexicano no dudó en adentrarse en el ya complejo y difícil mundo de la Fórmula 1. Aceptó la propuesta y se convirtió, no sólo en el primer piloto mexicano en disputar un GP con un Ferrari, sino el piloto más joven en participar en un evento de este nivel, el menor de los Rodríguez tenía 19 años y 208 días, ese récord lo mantuvo hasta el 2009 cuando Jaime Alguersuari debutó en el GP de Australia a los 19 años y 125 días.
Pero como solía suceder en aquella época, al recién llegado no le dieron las mejores herramientas para competir; Ricardo condujo un Ferrari 156 con un viejo motor V6 a 65º, mientras que su compañero, el norteamericano Phil Hill, contó con un nuevo motor a 120°. Pese a las dificultades, el piloto mexicano logra clasificarse segundo y para dejar claro su calidad de campeón, disputó la carrera alternando posiciones con su compañero de equipo Richie Ginther pero, lamentablemente, un fallo en la bomba de combustible le obligó a abandonar en lo que fue un debut espectacular.
Un 12º lugar en la clasificación general de pilotos al final de la temporada 1961, respaldado por una sucesión de actuaciones brillantes, fue suficiente para convertirse en piloto titular de la Scuderia del Cavallino al año siguiente; en el que comenzó brillando con mayor intensidad tras culminar segundo en GP no puntuable de Pau.
Sin embargo el destino no está carente de cierta ironía, el GP de México de 1962, el primero celebrado en ese país, no sólo era la carrera de casa de Ricardo Rodríguez, también fue la sede de la más grande calamidad del automovilismo azteca.
El circuito Magdalena Mixhiuca, sede del GP mexicano, se había inaugurado en 1959 con la carrera de los 500 kilómetros de México y fue un evento que duró cuatro horas, en el que Pedro Rodríguez se llevó el triunfo, seguido de López Mateos y de su hermano, Ricardo. Pero en 1962 llegaba el Gran Circo para disputar un GP no puntuable. Este hecho motivó a Ferrari a no asistir, sin embargo, el menor de los hermanos Rodríguez consiguió un permiso de su equipo para competir en lo que sería su primera carrera en la F1 como piloto local; el coche con el que disputaría el GP sería un Lotus V8.
En las pruebas libres, el uno de noviembre, su vehículo había mostrado algunas deficiencias, tras un gran trabajo en conjunto con sus mecánicos, acordaron llevar a cabo una serie de ajustes para mejorar el rendimiento. En su última vuelta cronometrada marcó dos minutos con 4.7 segundos batió el récord del circuito, con este resultado, todos pensaron que Ricardo daría por culminada su jornada de entrenamientos, pero repentinamente, decide llevar su coche azul y plata otra vez a la pista para intentar una marca aún mejor y verificar que los mecánicos hicieron el trabajo correctamente. Así que decidió dar una vuelta más, un último intento, una última prueba.
"Lo pruebo una vuelta y vengo, no tardo", este comentario, aunque él no lo sabía, fue como una última mirada atrás antes de continuar su camino e irse de este mundo, fue una despedida que, aún hoy, desgarra el corazón de muchos seguidores del deporte de motor.
Ricardo Rodríguez durante el GP de Holanda de 1962