Sebastian Vettel está en otra dimensión. A otro nivel. En otro mundo. Por encima de todo y de todos, mientras el resto mira con dolores cervicales su ascenso al estrellato de la Historia de la Fórmula 1 (si es que acaso no está ya ahí arriba). Da igual que cambien las composiciones de los neumáticos, da igual que cambien la reglamentación, que cambien las temporadas y los circuitos? Vettel firma en Nürburgring, ante su público y de forma elegante, inteligente y más emotiva que nunca, su trigésima victoria, sólo dos menos que Fernando Alonso, y está a punto de superar a Nigell Mansell en la clasificación histórica (dejó hace tiempo atrás a Jackie Stewart o Jim Clarck). Es imparable. Este año ya suma cuatro victorias frente a las dos de Fernando Alonso y Nico Rosberg (cada uno), y la solitaria de Räikkönen inaugurando el mundial en Australia.
VICTORIAS...CON SUDOR
Es posible que mirando los fríos números creamos que las victorias del chico de Red Bull son fáciles, simples, deshumanizadas? Pero nada más lejos de la realidad: "Ha sido una carrera dura, una de las más duras de los últimos tiempos. Estoy contento de que la carrera no durara dos o tres vueltas más, porque Kimi era más rápido al final. Estoy muy feliz: Era muy especial", aseguraba el propio Vettel tras la carrera, en la que tuvo que sudar para ganar. Pero, al final, mereció la pena: "Son imágenes que tardaré mucho tiempo en olvidar". Decimos que es imparable, como en su día lo dijimos de Alain Prost, Ayrton Senna o Michael Schumacher, pero lo cierto es que, tarde o temprano, tendrá que llegar el día en que deje de ganar. Es ley natural. Sin embargo y de momento parece que ese día está bastante lejos.