Cuando uno va accediendo a la localidad de Monza, rápidamente se da cuenta de que la ciudad está completamente volcada con su Gran Premio. A pesar de los conflictos medioambientales que genera el viejo autódromo, a la hora de la verdad, todos los lombardos se entregan en cuerpo y alma a la Fórmula 1.
Uno de los ejemplos del apoyo local es una especie de monumento presidido por una escultura de metal del trazado italiano y dos espectaculares murales adornados con azulejos, que, sin el más mínimo desperfecto, exhiben la mejor foto de cada uno de los casi 80 Grandes Premios disputados desde 1922, y los autógrafos de algunos de los pilotos y constructores más importantes, como Ayrton Senna o Colin Chapman.
Una vez dejado atrás el pueblo y sin darte cuenta, te ves inmerso en el Parque de Monza, donde se ubica el circuito. Lo cierto es que más que un parque parece un bosque, en el cual las cerradas copas de los árboles apenas dejan pasar la luz y mantienen una fría bruma que se cala hasta los huesos. Los restos de la civilización parecen desaparecer; como si de un viaje en el tiempo se tratara, sientes que estás recorriendo el camino que décadas atrás recorrían los 'tifosi' para apoyar a los Tazio Nuvolari, Alberto Ascari o Phil Hill.
El ambiente dentro del circuito es impresionante. Rápidamente la felicidad de los allí presentes se contagia a uno mismo, y un sentimiento de fraternidad con todos te hace sentirte como en casa. Es cierto que los ferraristas dominan por doquier, pero la camaradería sincera con los aficionados de McLaren o Red Bull va más allá del mero respeto al rival.
La grada donde se encontraba mi asiento era la Tribuna Museo, justo a la salida de la Variante Ascari hacia la Parabólica. El público que se dio cita el viernes ya era bastante numeroso y los asientos que quedaban libres seguro eran propiedad de algún que otro español que llegaría para la jornada del sábado.
Desde este lugar se podía observar claramente la superioridad de Red Bull en su paso por las enlazadas de la chicane y la de McLaren en la recta hacia la Parabólica. Sin embargo, en los segundos libres Fernando Alonso emergía de las medianías de la tabla para situarse segundo tras Sebastian Vettel. El trabajo del asturiano con los reglajes del Ferrari F10 empezaba a dar sus frutos, ¿sería suficiente para contrarrestar a sus rivales directos por el título?
Una vez finalizada la actividad en pista, nos acercamos a la zona comercial del circuito y a los alrededores del acceso al paddock. El objetivo era comprobar si es cierta la cercanía entre la Fórmula 1 y los aficionados de la que todo el mundo habla en Monza. No llevaba ni diez minutos cuando los primeros pilotos aparecían por la puerta atravesando a los grupos de espectadores sin inmutarse, como si aquí fuese normal lo que en el resto de circuitos no lo es.
Allí pudimos saludar a Kamui Kobayashi, Paul di Resta o Nico Hülkenberg. También aparecieron Adrian Newey de Red Bull o el presidente de Renault, Gerard Lopez. Ambos se hicieron fotos con los aficionados y firmaron autógrafos. Gerard Lopez, tuvo la amabilidad de comentarnos algo sobre la actualidad de su escudería: "En Singapur y Suzuka tenemos muchas esperanzas depositadas, aquí en Monza sólo esperamos de un 5º a un 8º (como así fue)". También le cuestionamos sobre el rendimiento del Renault R30 con un motor a la altura de sus rivales en cuanto a potencia. "Con 30 CV más en nuestro motor (lo que se estima que le distancia del Mercedes) estaríamos muy, muy arriba".
Al caer la tarde, este redactor de F1 Al Día se encontró con el Club de Fans de Pedro de la Rosa, quienes esperaban a su piloto a las puertas del Paddock para poder saludarle y desearle suerte de cara a la carrera. Cuando Pedro de la Rosa apareció se dio la circunstancia de que el ídolo parecía estar más emocionado que sus fans por el encuentro, algo que raramente o nunca se da en la Fórmula 1.
La humildad y la gratitud que siempre muestra De la Rosa con los aficionados explican el porqué de su "tirón" entre la afición y los demás pilotos y directores de equipo. Entre ellos Jacques Laffite, ex piloto de Fórmula 1 de los años 70 y 80 quien comentó sobre Pedro: "Es un tipo encantador, todo un caballero de la Fórmula 1".
La noche acechaba a Monza, y el cansancio del viaje y las 10 horas en el circuito a este aficionado. Aún quedaba lo mejor, los días en los que casi cien mil almas se darían cita en el vetusto, pero siempre vigente, autódromo italiano.