Pronto se vio que el F10 no sería el monoplaza dominante que la primera carrera en Bahrein nos hizo creer. La novedosa inclinación del motor V8, basado en el Arrows A2 de 1979, era la gran baza de Ferrari sobre sus rivales. Sin embargo, el secreto se volvió en contra de la Scuderia. Los fallos en los propulsores se encadenaban al inicio de la temporada y tan sólo la permisividad de la FIA permitió al equipo retocar su motor, aunque la espada de Damocles sigue pendiendo sobre sus pilotos, con sólo dos motores para las seis carreras restantes.
El rumbo que el equipo eligió para recortar la brecha con los dominantes Red Bull y los esforzados McLaren tampoco fue el adecuado. Ferrari insistió en concentrar sus esfuerzos en el F-Duct durante demasiado tiempo, mientras dejaba de lado otros aspectos esenciales del monoplaza. Asumido el error, la diferencia con los punteros se comenzó a reducir hasta el punto de que el equipo consiguió un aplastante doblete en Alemania.
El responsable principal de este rumbo errático no es otro que Stefano Domenicali, foco sobre el que se están centrando las iras de los aficionados a la Scuderia. Tras la era Todt-Schumacher-Brawn, Ferrari volvió a sus origenes al italianizar todo el grupo técnico, en el que pocos miembros parecen dar la talla, como demuestran los errores claros de la escudería en lo que va de campaña.Y es que las pocas veces que Ferrari se ha salido de la estrategia que marcan sus rivales se ha equivocado: la gestión del fin de semana de Alonso en Spa ha sido un despropósito, por no hablar del bochornoso espectáculo en la mencionada carrera alemana -que se podría haber evitado con una reunión anterior a la carrera en la que se dejaran los cosas claras a sus pilotos-. Acciones como meter los dos coches al pitlane a la vez en Valencia y lo ocurrido en la calificación de Malasia donde los dos pilotos partieron desde la cola de la parrilla por esperar demasiado en la Q1 también hablan por sí solas.
Pero no sólo el equipo ha cometido fallos porque Fernando Alonso está firmado uno de los peores años de su carrera. El asturiano falló en China saliendo antes de que el semáforo se pusiera en verde, destrozó su coche en los libres en Mónaco y terminó su carrera en Bélgica contra las protecciones. Una serie de fallos que jamás podíamos esperar del piloto que escribió un auténtico manual de 'Cómo ganar un título' en 2005 que, sin ir más lejos, Lewis Hamilton está versionando en esta temporada.
No hay que olvidar un factor secundario, pero significativo, como el cambio de la relación del conjunto italiano con la FIA. La marcha de Jean Todt y la amenaza del campeonato paralelo hicieron que Ferrari pasara de ser el equipo preferido por la Federación a su más frontal enemigo. La actitud de la Scuderia criticando a los nuevos equipos y otros asuntos tampoco ayuda. Sólo hay que recordar la falta de comunicación entre comisarios y equipo en Silverstone y por supuesto, la sanción que el equipo podría recibir antes del Gran Premio de Italia por lo ocurrido en Alemania que, en caso de afectar al resultado de la carrera, terminaría con cualquier opción de Alonso en el campeonato.
Todo este dossier de fallos es completamente inaceptable para un equipo que pretende luchar por el título en la ultra competitiva Fórmula Uno actual y tan sólo la falta de velocidad de McLaren y los errores de Red Bull -que darían para otro informe completo- permiten a Alonso seguir soñando con conseguir el campeonato, pero hasta el asturiano es consciente de que, a falta de seis carreras, ya no queda margen para ningún error más.