Roland Ratzenberger nació en Salzburgo el 4 de julio de 1960. Comenzó en el mundo del automovilismo relativamente tarde y por eso cambió su fecha de nacimiento por la de 1962, tratando a toda costa parecer más joven para alargar su carrera deportiva. Entre 1983 y 1985 ganó el campeonato austriaco y el centroeuropeo, además de lograr alguna victoria en el alemán. Saltó a la fama gracias al segundo puesto en 1985 en el Fórmula Ford Festival celebrado en Brands Hatch y sobre todo al lograr vencerlo al año siguiente, logro que le permitió competir en la F3 británica los dos siguientes años logrando buenos resultados pero sin obtener el título en la categoría.
En 1987 participó en el WTCC con un BMW M3 del equipo Schnitzer logrando dos segundos puestos. A final de año el campeonato desapareció y Roland volvió a participar en el británico de F3 en el que consiguió el tercer puesto en la general. En 1989 decidió probar suerte en las 24 horas de Le Mans corriendo con un Porsche del grupo C. Pese a su abandono el primer año no desistió volviendo al circuito de La Sarthe durante cuatro años más, en los que consiguió un magnífico 5º puesto en la edición de 1993 a bordo de un Toyota junto a Martini y Nagasaka. Por aquel entonces había demostrado con creces su profesionalidad, Roland iba rápido con todo lo que pilotaba, daba igual que fueran monoplazas, turismos o prototipos.
En 1990 emigró a Japón para correr el Sport Prototipos con Toyota y al año siguiente el japonés de turismos con un M3 logrando buenos resultados en ambos campeonatos. Una vez más, la cabezonería y el talento de Roland hicieron que volviera a participar en monoplazas en 1992 y 1993, concretamente en la competida F3 Japonesa, compartiendo parrilla con pilotos como Eddie Irvine, Jacques Villeneuve, Heinz Harald Frentzen o Mika Salo. La obsesión del piloto austriaco era hacerlo bien en Japón para poder correr en F1. Él mismo mandaba notas a los periodistas austriacos para que lo nombraran en los periódicos, luchaba dentro y fuera de la pista para no caer en el olvido.
Dos victorias en la F3 japonesa, su gran resultado en Le Mans y el aporte de todos sus ahorros le abrieron la puerta de la Fórmula 1. Firmó un contrato de cinco carreras con el equipo Simtek, esperando hacerlo bien y conseguir un patrocinador con el que poder finalizar la temporada. La primera carrera en Brasil no fue como esperaba, la lluvia le jugó una mala pasada y no pudo calificarse para correr la carrera.
Sin embargo, en el circuito de Aida en Japón las cosas no pudieron salir mejor. En un circuito que conocía perfectamente Ratzenberger consiguió un meritorio 11º puesto. Puede que no fuera una estrella, pero nadie ponía en duda la versatilidad, profesionalidad y lucha de Roland.
Poco le duró la alegría, ya que la desgracia se cebó con él en Imola. El 30 de abril de 1994, en plena clasificación del sábado, Roland luchaba a brazo partido por calificar su Simtek para la carrera. La vuelta anterior al accidente se había salido en Acque Minerale y por eso decidió intentar otra vuelta más a ritmo de calificación. Su alerón delantero se desprendió en la curva de Villeneuve y Roland se estrelló violentamente contra el muro a más de 300 km/h, perdiendo la vida en el acto. El mundo de la Fórmula 1 quedo conmocionado, era la primera muerte en un Gran Premio desde la de Palleti en Canadá 82. Ayrton Senna quiso homenajear al Roland llevando una bandera austriaca dentro de su Williams. Esa bandera jamás llegó a ondear.
Roland fue un tipo normal, sin alardes de divo, un auténtico profesional del automovilismo. 20 años después de su muerte, la familia del Motorsport sigue sin olvidar a Roland Ratzenberger.