No obstante, el Gran Premio de Bahréin sólo fue suspendido aquel marzo de 2011, cuando las protestas estaban en su inicial efervescencia y el gobierno del pequeño país de Oriente Medio era incapaz de garantizar la seguridad de todos los miembros del 'Gran Circo'. Tanto en 2012, en 2013, como en su edición de 2014, el evento internacional ha seguido -y sigue- llevándose a cabo, con los militares y la policía local ampliando las medidas de seguridad en los alrededores del circuito de Sakhir.
Luchas opuestas en la calle
Mientras en las gradas del circuito de Sakhir, cada año menos aficionados locales se dejan ver -a pesar del engrosamiento de cifras que el responsable del trazado, Al Zayani, y el líder de este deporte-negocio, Bernie Ecclestone, se afanan por llevar a cabo-, fuera de ellas, cientos de policías, militares y patrullas montadas en Land Rover, dan seguridad a un oasis perdido en el desierto.
Cuando el 4 de abril de 2004, Michael Schumacher, Rubens Barrichello y Jenson Button -en aquel entonces con BAR Honda- inauguraron el podio con la bebida típica sin alcohol, la población aún no se había decidido a plantar cara a su rey, ya fuera por insuficientes motivos para ello o por falta de coraje para romper con los cánones establecidos durante años.
En un país de apenas 760 kilómetros cuadrados de extensión, donde los magnates locales del petróleo campan a sus anchas por el paddock del circuito de Sakhir, en la calle los disparos aplastan la revolución y la Fórmula 1 continúa haciendo sonar sus motores para aquellos que, o bien tengan dinero para pagar una entrada y lucir sus caras gafas de sol occidentales, o bien quieran hacer oídos sordos a lo que sucede al otro lado de la mole de hormigón y acero,
Décimo aniversario en la incertidumbre
Este fin de semana, el trazado bahreiní albergará el décimo aniversario de su primer Gran Premio mientras, en las calles, la oposición tratará de hacerse oír ante una comunidad internacional que parece querer mirar a otro lado en este tipo de conflictos. "Hay conflictos en todo el mundo, pero eso no quiere decir que se censuren o se paren las actividades deportivas, ya que no tienen nada que ver con estos problemas". Las palabras de uno de los parlamentarios de Bahréin -Ahmed Al Sa'ati- son un claro reflejo de que la clase dirigente del país prefiere ver las gradas vacías a romper el contrato con el Sr. Ecclestone.
Un Ecclestone que ya dio la enhorabuena al organizador del Gran Premio en 2012 y que aseguró que se trataba de los mejor organizados del calendario. Curioso, cuanto menos, si miramos todo lo que sucede a su alrededor. La ansiada libertad no llega y la democracia real apenas se vislumbra en el horizonte pero los bahreinís -o aquellos que puedan hacer oídos sordos durante unas horas para escuchar y ver a veintidós coches rodar- siguen teniendo un hueco en la Fórmula 1 actual.
La noche caerá sobre el desierto de arena y asfalto en el que el rey del pequeño país sigue reuniendo a la élite automovilística occidental sin que los gritos, los llantos y las hogueras alimentadas de neumáticos le hagan dudar ni un sólo momento. Mientras los presos políticos aumentan, la oposición se da de bruces contra la pared y la primavera árabe hace tiempo que se diluyó en mares de balas y altercados; miles de millones fueron gastados en los cientos de focos que iluminarán este próximo fin de semana la primera carrera nocturna de Fórmula 1 en tierras bahreinís en lugar de mejorar la situación social de la población.
Los pilotos se dispondrán a hacer lo que mejor saben: pilotar y hacernos disfrutar muy a pesar del sonido de sus V6 turboalimentados. Y mientras, en la calle... algunos héroes seguirán empeñados en luchar por la libertad.