Ecclestone apostó fuerte por un mercado que siempre le ha dado la espalda y que casi nunca ha terminado de cuajar en cuanto a cifras se refiere. En lo deportivo, sí es cierto que Indianápolis llegó a lo más bajo que se recuerda en la competición con aquel esperpento ocasionado por los problemas con los neumáticos Michelin y en el que sólo participaron seis monoplazas. Era junio de 2005 y el público 'yankee' se quedaba perplejo al ver que tras la vuelta de formación, todos los monoplazas calzados con los neumáticos franceses (14 en total), se marchaban a boxes y la parrilla era formada por dos Ferraris, dos Jordan y dos Minardis. Aun así, el trazado de Indiana aguantó otras dos temporadas más en la Fórmula 1, concluyendo con la victoria de Hamilton en 2007 por delante de su compañero de equipo, Fernando Alonso, y con un jovencísimo Sebastian Vettel abriendo la caja de sus récords al ser el piloto con menos edad en puntuar en Fórmula 1, haciéndolo, además, a bordo del BMW Sauber.
Desde aquella temporada, Bernie se movió por todos los rincones de los cincuenta estados del país norteamericano en busca de un lugar que quisiera acoger su competición. Y ese lugar, por disparatado que sonara, fue Texas. El segundo estado más grande y más poblado de Estados Unidos encontraba en Austin, su capital, un lugar apropiado para construir un trazado de velocidad, lejano, muy lejano, del típico óvalo, con esos peraltes inalcanzables y esas tribunas abarrotadas.
Aquellos viejos precedentes
Ya en 1984, en una maniobra rápida y desesperada por parte de la organización de la Fórmula 1, Dallas albergó su primer y único Gran Premio, coincidiendo en esa misma temporada con el tercer GP de Detroit El sueño de Ecclestone de llevar una carrera a Nueva York ya había comenzado cuando los 80' aún iban en pañales, pero se frustró antes de su celebración en 1983 y la posibilidad quedó flotando oníricamente. Long Beach se había marchado ese mismo año y con él el rock californiano y Phoenix llegaría a punto de comenzar los 90', con un trazado urbano, también, que fue 'estrenado' por Prost y en el que Ayrton Senna ganaría los dos años siguientes.
El Circuito de las Américas -construido por el omnipresente Hermann Tilke- tiene ese toque que tanto se echaba en falta en las últimas construcciones del arquitecto alemán. Tiene esa magia de Spa, aunque lejos aún del tobillo del trazado de las Ardenas, ese costumbrismo de las gradas de Monza y esa pizca de dureza de los trazados asiáticos. En Austin la Fórmula 1 ha vuelto a nacer para los norteamericanos y, más si cabe, para los miles de mexicanos que se desplazan desde el país vecino para disfrutar de una pasión que se les niega desde hace décadas. En la tierra no prometida para la competición más importante de monoplazas del 'Viejo Continente', los norteamericanos ven con más buenos ojos que Vettel, Alonso y compañía se batan el cobre entre las curvas rápidas y ciegas de Austin.
El sueño norteamericano de la Fórmula 1 sigue muy vivo tras el gran acierto de Tilke y Ecclestone. Ahora, que parece durar, disfrutemos de un 'rodeo' especial, con el árido calor de Texas cercano y con la gasolina y el motor haciendo temblar los sombreros de los viejos 'cowboys'. En el podio veremos a unos vaqueros modernos pero aún se escuchan las pisadas lentas pero seguras de aquellos valientes, osados y malcarados pistoleros que se batían en duelo mientras en la cantina nadie soñaba, siquiera, con lo que la Fórmula 1 sería.