Si volvemos la vista unas décadas atrás, cuando los pantalones de campana comenzaban a desaparecer y 'Born in the USA' llegaba a los primeros números de las listas de ventas, la Fórmula 1 vivía otra de sus épocas doradas. Eran los 80' y un tal Ayrton Senna comenzaba a forjar la leyenda. Ya en 1984, el Circuito de Nürburgring estrenó su configuración moderna, alejándose del siempre peligroso y mítico 'Nordschleife'.
Tras el grave, y casi trágico, accidente de Lauda en el 'Infierno Verde', la FIA y la F1 decidieron marcharse de allí, huyendo de la sombra de la muerte que en aquellos días sobrevolaba a menudo las carreras del 'Gran Circo'. El regreso, esperado e incierto al mismo tiempo; deseado y escurridizo a la par que trabajado y peleado por los responsables del trazado alemán, llegó, pero bajo la denominación de 'GP de Europa', sustituyendo a Brands Hatch que había estrenado dicha etiqueta un año antes.
Al año siguiente, Nürburgring recuperaba la bandera alemana junto a su nombre en el calendario y lo mejor del automovilismo mundial se daba cita en sus nuevas y recién asfaltadas curvas. Allí, en los antiguos retos de leyendas, entre las pintadas de aficionados que hacían recordar los puertos del Tour de Francia y cerca de los guardarraíles de otras décadas, un joven brasileño se sentaba junto a su Lotus 97T. Los colores oscuros y plateados de la marca de Colin Chapman se juntaban con el patrocinio de John Player Special y Elf. El Renault 1.5 Turbo lo propulsaba y las manos de Senna lo llevaron a seis de los nueve podios que aquel monoplaza consiguió en 1985.
Aquel día la gloria le fue esquiva y el piloto carioca abandonaba tras 27 vueltas luchando con Keke Rosberg por la victoria debido a un problema mecánico de su monoplaza oscuro y dorado, como el sabor de la victoria. Senna se sentó aquel día en el asfalto alemán, las briznas de hierba ensuciaban los anchos neumáticos traseros de aquellos potentes bólidos. Su casco, amarillo como siempre, descansaba tras la batalla sobre uno de los pontones planos del 97T. Las botas azules de Adidas llamaban la atención sobre el mono oscuro y amarillo. Su mirada se perdía a lo lejos, nunca le gustó el sabor de la derrota.
Era 4 de agosto y el regreso se había producido. Tendríamos que esperar hasta 1995, una década después y de nuevo bajo la denominación europea, para volver a ver un Gran Premio en Nürburgring. Este fin de semana, viviremos el 25º GP de Alemania sobre el asfalto del trazado que una vez fue mito, leyenda y peligrosidad enlazadas.