Frase tradicional en la Esparta Clásica
La frase que encabeza estas líneas era la última que los hombres de Esparta escuchaban de sus mujeres en el momento de partir hacia la guerra. Ha quedado en la Historia como el mejor ejemplo de lo que significa el honor en la lucha, más allá de la victoria o la derrota. Su significado es claro, lo que las mujeres de Esparta esperaban de sus hombres era que, victoriosos o derrotados, se comportaran honorablemente en el campo de batalla. Si volvían con el escudo querría decir que habrían vencido, si volvían sobre el escudo querría decir que habrían muerto y sus conmilitones portarían su cadáver sobre sus hombros utilizando el escudo como soporte; pero si volvían sin el escudo... querría decir que habrían huido deshonrosamente de la batalla, soltando el pesado escudo de bronce que empleaban para así poder correr más rápido. Conviene recordar que ésta era la forma habitual de decidir una batalla en la época, donde la lucha hasta la muerte no era en absoluto frecuente y lo más normal era que el ejército más débil emprendiera la huida a la carrera tras los primeros embates; sólo algunos pueblos, como Esparta, encontraban honorable resistir hasta el final contra un enemigo más fuerte, y de ahí surgió su leyenda de guerreros indomables.
Hubo también una época del automovilismo, la que podríamos llamar Era Clásica de la F1, en la que la victoria era importante, por supuesto, pero más importante aún era cómo se había conseguido y contra quién. Era una época donde la muerte rondaba cada GP y raro era el piloto que terminaba retirándose por la edad y no por un accidente si no mortal sí al menos de una gravedad suficiente como para impedirle continuar pilotando. Era la época de los "gentlemen drivers", de los "caballeros pilotos", y de su especial código de conducta en la pista, generalmente al margen y mucho más estricto para ciertas cosas y mucho más laxo para otras que el propio Reglamento de la Federación Internacional. Fueron muchos los nombres que han quedado para la Historia de aquellos años 50 y primeros 60 del siglo pasado por su caballerosidad y sentido del honor al volante, todos merecidísimamente, pero si tuviera que elegir entre todos ellos a uno que personificara la caballerosidad al volante y el honor en las carreras, un "primus inter pares", mi decisión sería inmediata: el británico Stirling Moss.
.- El GP de Gran Bretaña de 1955: "¿Me dejaste ganar?"
Stirling Moss fichó por el equipo Mercedes de F1 en 1955. El británico llevaba en el Mundial desde 1951, pero siempre en equipos menores; concretamente en 1954 había corrido para el equipo de su padre, Alfred Moss, quien le había podido comprar un Maserati 250F con el que el joven Moss conseguiría hacer un 3º puesto en el GP de Bélgica y empezar a sonar en el mundillo. En Mercedes coincidiría con el más grande piloto de la época, quizás de todas las épocas, el argentino Juan Manuel Fangio, quien acababa de lograr su segundo Mundial y era el principal favorito para hacerse con el tercero. Moss llego a su nuevo equipo con una idea fija en su cabeza: "Batir a Fangio". Por supuesto, no era tan iluso como para pensar que podría disputarle el Mundial a su compañero, pero sí se veía capaz de ganarle una carrera ahora que ambos dispondrían del mismo monoplaza.
Fangio estuvo intratable durante aquel año, dominado de cabo a rabo por los Mercedes; en las cinco primeras carreras sólo tomó parte en cuatro, al no acudir los equipos europeos a las 500 Millas de Indianápolis, obteniendo dos poles, tres victorias (se retiró en el GP de Mónaco cuando iba líder) y tres vueltas rápidas en carrera. Moss sólo podía ver la trasera de su monoplaza, incapaz de seguir el fenomenal ritmo que imprimía el argentino, y la única ocasión en que lideró un GP, el de Mónaco tras la retirada de Juan, tuvo que retirarse también por un problema de su motor a falta de 19 vueltas. Así se llegaba a la sexta prueba del año, el GP de Gran Bretaña que tendría lugar en el circuito de Aintree, cerca de Liverpool, un hipódromo habilitado para carreras de coches aquel año. En la sesión de clasificación saltaba la sorpresa y Stirling Moss conseguía el mejor tiempo, rebajando el de Fangio en apenas dos décimas de segundo, y así saldría el domingo desde la primera posición de la parrilla.
La carrera empezó como todas las de aquélla temporada; en la primera vuelta Fangio ya había tomado la cabeza y comenzaba a abrir hueco respecto a sus perseguidores. Pero en esta ocasión Moss se veía capaz de aguantar el ritmo del argentino y no se despegaba de sus espaldas, llegando incluso a adelantarle en la vuelta 3. Para entonces la diferencia con el resto de monoplazas era considerable y el público esperaba que pronto Fangio asestaría a Moss el adelantamiento definitivo para irse en solitario hasta la meta. Pero no fue así; por supuesto que Juan adelantó a Moss rápidamente para recuperar el liderato, pero tampoco conseguía despegarse de él, lo que transformó la carrera en una sucesión de pasos y sobrepasos del uno al otro que provocaron el delirio en las gradas, sobre todo cuando era el piloto local quien adelantaba. Los dos Mercedes cumplimentaron las 90 vueltas de las que constaba el GP prácticamente a la par, alternando sus posiciones incluso varias veces en la misma vuelta, en uno de los mejores GP que se recordaban en Gran Bretaña.
Con el paso de las vueltas y lo anómalo de la situación, Moss pensaba si Fangio no estaría jugando con él; se había pasado toda la temporada persiguiéndole en la pista, aprendiendo de su pilotaje, y sabía que el argentino era mucho mejor que él, más rápido, más seguro, más constante. Pero ahora le veía a su mismo nivel, circulando ora por delante, ora por detrás, sin distanciarse nunca y controlando siempre la situación. Moss conocía a Fangio, habían llegado a ser buenos amigos, y sabía que era metafísicamente imposible que el argentino se estuviera burlando de él, tal era su caballerosidad, pero sin embargo era perfectamente plausible que estuviera brindándole la oportunidad de lucirse en el GP de su país, porque lo cierto y verdad es que la carrera estaba resultando tremendamente espectacular de cara al aficionado. Y así llegaron a la última vuelta, que Moss iniciaba en cabeza decidido a terminarla en esa posición; no sabía si la actitud de Fangio había sido en serio o en broma, pero llegados a ese punto sólo le importaba la victoria y no estaba dispuesto a dejarla escapar.
Desgraciadamente para él, en la primera frenada Juan Manuel le superó limpiamente sin que pudiera evitarlo, tomando la cabeza para acto seguido comenzar a distanciarse con pasmosa facilidad; Stirling pensó "Parece que se acabó el juego", pero apretó los dientes y en una vuelta mágica consiguió llegar a la última curva prácticamente pegado al otro Mercedes; en la frenada Fangio se pasa un poco, Moss derrapa pero consigue ceñirse al vértice de la curva, ganar el interior y salir por delante a la recta de meta. En uno de los finales más apretados que se recuerdan en un GP los dos Mercedes entraron en la recta con los motores rugiendo a toda potencia, pedal a fondo, en paralelo, Moss ligeramente por delante, Fangio por detrás pero ganando terreno... sólo dos décimas de segundo les separaron en meta, Moss primero, Fangio segundo.
La locura se apoderó del público asistente; no en vano, era la primera victoria de un piloto inglés en el GP de Gran Bretaña de F1 y la carrera había sido impresionante, con un final de infarto, lo que llevó a la inmediata invasión de la pista por los aficionados. Los vítores, los abrazos, las gorras al viento,... ¡Moss había ganado al gran Fangio! Había algo de irreal en todo aquello y Stirling pensaba aún en su coche si no se trataba de un sueño; o quizás de una farsa. Fangio fue el primero en aproximarse para felicitarle por su victoria, y la expresión sonriente y absolutamente feliz del argentino despertó las sospechas del británico, quien al acercarse sus rostros en el abrazo le susurró al oído "¿Me dejaste ganar?", a lo que Juan respondió con un lacónico "No".
.- La búsqueda de la verdad
Sea como fuere, Moss no quedó muy convencido de su primera victoria en la F1; tampoco las circunstancias le favorecieron. Un horroroso accidente en las 24 Horas de Le Mans de aquel año, que curiosamente disputaban Fangio y Moss compartiendo el volante de un Mercedes, terminó con la muerte de 82 espectadores, lo que sometió el automovilismo deportivo a una especie de moratoria por parte de las autoridades políticas europeas. El Mundial de F1 se vio obligado a suspender los GP de Alemania, España y Suiza, no siendo hasta Septiembre que se autorizó la celebración de la última carrera de la temporada, el GP de Italia, que Moss no terminó por un problema de motor. Durante el obligado parón fueron varias las veces que Stirling preguntó en confianza a su buen amigo Juan si le dejó ganar el GP de Gran Bretaña, obteniendo siempre un no como respuesta. Es difícil saber la verdad; Moss y Fangio eran dos grandes caballeros de la pista, el británico sabía que el argentino nunca reconocería haberle regalado la victoria por cuanto pudiera suponer devaluar su triunfo, y por su parte Juan sabía que de haberlo hecho Stirling no hubiera dudado en impugnar el resultado de la carrera ante la Federación para que le hubiera sido retirada la victoria.
La salida del Mundial de Mercedes a la temporada siguiente llevó a los dos hombres a disputar el Mundial de 1956 con equipos distintos, Fangio correría para Ferrari mientras Moss lo haría para Maserati. La primera carrera, el GP de Argentina, resultó irrelevante a los efectos de la sana rivalidad que mantenían, pues ambos pilotos tuvieron que abandonar por problemas mecánicos; las espadas quedaban en alto para el segundo asalto de la temporada, el siempre aristocrático GP de Mónaco. En la parrilla de salida Fangio ocuparía la primera posición, Moss la segunda. Con todo el grupo detrás, Juan Manuel derrapa al llegar a Santa Devota y se va contra las protecciones, lo que le relega a la 5ª posición y permitirá a Stirling coger el liderato. A partir de ese momento la carrera sería una persecución desesperada por parte del argentino, que tendría que cambiar de coche a mitad de prueba por sufrir un accidente; aún así conseguiría llegar 2º a meta tras marcar vuelta rápida tras vuelta rápida, a sólo 6 segundos de Moss, que ahora sí podía decir con rotundidad y sin ningún género de dudas que había batido al gran Fangio. La imagen de la entrega de trofeos, con el Príncipe Rainiero y la Princesa Gracia de Mónaco (de soltera, la actriz Grace Kelly) en el papel de testigos privilegiados, suponía la consagración mundial de Stirling Moss, que acababa de convertirse en el más duro rival que Fangio tuvo nunca por un título mundial.
.- La oportunidad de ser campeón
El resto de la temporada de 1956 fue un cúmulo de averías mecánicas para Moss, quien vio cómo su coche no conseguía terminar la carrera durante 3 GP consecutivos, Bélgica, Francia y Gran Bretaña, lo que le alejaba de la posibilidad de disputar el título a Fangio. En aquel momento Moss ya no era el piloto que quería batir a Fangio en una carrera, sino el rival que quería arrebatarle el título de Campeón del Mundo; y la idea no era en absoluto descabellada, de los tres GP que consiguió terminar aquel año ya hemos visto que ganó en Mónaco, en Nurburgring sería 2º por detrás del argentino, y en Monza volvería a alzarse con la victoria por delante de Juan. En 1957 hubo otra vez baile de pilotos, ahora era Fangio quien fichaba por Maserati mientras Moss se iba a Vanwall; tras verse involucrado en un accidente en Mónaco en las primeras vueltas, no viajar a EE.UU. para correr las 500 Millas de Indianápolis y no poder disputar el GP de Francia debido a una insolación, su Mundial se vería reducido a los GP de Gran Bretaña, Alemania, Pescara e Italia, cuando ya Fangio sumaba 25 puntos. De esas cuatro carreras, Moss ganó tres siendo 5º en el GP de Alemania, que ganó Fangio en una memorable actuación; el argentino no terminaría la carrera de Gran Bretaña y sería 2º en Pescara y Monza. Juan Manuel Fangio se retiraría al finalizar la temporada tras sumar su 5º título de Campeón del Mundo, pero Moss podía presumir de haber sido el único piloto que le había ganado más GP de los que había perdido (averías de ambos aparte) en sus dos últimas temporadas.
Ya por entonces se hablaba de Moss como "campeón sin corona", y el británico estaba decidido a que dicha mención dejara de tener sentido en la temporada de 1958, en la que era el máximo favorito tras la retirada de Fangio. Su palmarés era tan ilustre que podía haber elegido el equipo que quisiera para disputar el Mundial, pero decidió quedarse en Vanwall, a priori no uno de los más potentes. La decisión extrañó a la prensa especializada de la época, siendo como era Moss el primer candidato al título; al ser preguntado al respecto, la respuesta del británico que también se sabía óptimamente colocado para ser campeón, fue definitoria de su personalidad:
"Prefiero ser segundo de forma honorable al volante de un monoplaza británico que campeón sobre un monoplaza extranjero."
Como era de esperar, el Vanwall era un monoplaza rapidísimo en las manos de Moss, pero seguía mostrando los mismos problemas de fiabilidad ya exhibidos el año anterior. Así, de las siete primeras carreras de la temporada Stirling sólo pudo terminar tres, ganando en Argentina y Dinamarca y siendo segundo en Francia. Su principal rival sería su compatriota Mike Hawthorn, quien en esas siete carreras logró puntuar en seis de ellas al volante de un Ferrari, con un solo abandono y una sola victoria, precisamente el GP de Francia en el que Moss quedó 2º. Llegaban así a la antepenúltima prueba de la temporada, el GP de Portugal, con Hawthorn liderando el Mundial con 26 puntos y Moss segundo con 22.
.- El GP de Portugal de 1958: "Yo hubiera hecho lo mismo"
La carrera de Portugal, celebrada en el circuito de Boavista, en Oporto, tuvo más historia fuera que dentro de la pista. Moss consiguió la primera posición en la parrilla de salida, mientras Hawthorn iniciaría la prueba desde la 2ª posición. El de Vanwall mantuvo el liderato durante la primera vuelta, y desde allí hasta la meta, que cruzaría primero, a 5 segundos del Ferrari. La maniobra clave tuvo lugar mediada la carrera; en una curva en subida, Hawthorn pierde momentáneamente el control de su monoplaza y hace un espectacular trompo, sin mayores consecuencias que dejar al Ferrari cruzado en la pista y con el motor apagado. En dicha tesitura, el británico giró la dirección del monoplaza para encararlo en la dirección de bajada; así pudo avanzar unos metros y arrancar el motor de nuevo, girando después inmediatamente en el sentido de la marcha para reanudar la competencia. Cuando terminó la carrera en 2ª posición fue informado de que los Jueces de la FIA habían decidido descalificarle por haber circulado unos metros en sentido contrario al de la marcha de la carrera, algo taxativamente prohibido por el Reglamento tanto en aquellos años como en estos. Los 8 puntos que recibía el ganador del GP ponían así en franquicia el Campeonato del Mundo para Moss, que adelantaba en la clasificación a Hawthorn a falta de tan sólo dos carreras, lo que llevó al equipo Ferrari a impugnar la decisión de los Jueces de Carrera.
El procedimiento de impugnación pasaba por dar audiencia al principal afectado por la descalificación o no del piloto implicado, en este caso Stirling Moss. Preguntado al respecto por los Jueces de Carrera, el británico respondió:
"El coche de Mike se había quedado cruzado en mitad de la pista, creando una situación de evidente peligro para el resto de pilotos al estar en medio de una curva de escasa visibilidad. Con el motor parado, la mejor y más rápida forma de conjurar dicho peligro era encarar el coche hacia la cuesta abajo y tratar de arrancarlo para reanudar la marcha. Yo hubiera hecho lo mismo."
Tras escuchar a Moss, los Jueces de Carrera estimaron la reclamación del equipo Ferrari y devolvieron a Hawthorn la 2ª posición en el GP de Portugal, lo que le permitiría sumar 6 puntos y mantener de esta forma el liderato del Mundial. En la penúltima prueba de la temporada, el GP de Italia, Hawthorn sería 2º mientras Moss abandonaba de nuevo por una avería en su caja de cambios tras haber marcado la pole. En la última carrera del año, el GP de Marruecos, ganaría Moss por delante de Hawthorn. En la clasificación final del Campeonato del Mundo se impondría Hawthorn con 42 puntos sobre Moss con 41; los 6 puntos ganados por Hawthorn en el GP de Portugal fueron los que finalmente le otorgarían el título mundial frente a un Moss que sumaría 4 victorias por sólo 1 de su rival.
.- Campeón sin corona
Aquella temporada de 1958 fue la vez que más cerca estuvo Stirling Moss de ser campeón. Su decisión de correr sólo para equipos británicos lastró sus posibilidades en los años siguientes, en los que pilotó para Coopers y Lotus, si bien Moss se ocupó de dejar su tarjeta de visita ganando dos carreras en cada uno de los tres Campeonatos posteriores. Finalmente, las secuelas de un accidente sufrido a finales de la temporada de 1961 le llevaron a retirarse en 1962 al verse incapaz de seguir compitiendo al más alto nivel. Moss quedó así como el primer y mejor ejemplo de "campeón sin corona" de la F1, aunque su extraordinaria competitividad hizo de él un ídolo para los aficionados británicos; quedaron para el recuerdo especialmente el GP de Gran Bretaña de 1955, las temporadas de 1956 y 1957, en las que llegó a disputar el título al mismísimo Fangio siendo el único piloto que cruzó la meta más veces por delante que por detrás del astro argentino, y sobre todo la de 1958, en la que con un rasgo de caballerosidad terminaría regalando el título a su compatriota Mike Hawthorn, piloto que a pesar de ser Campeón del Mundo es recordado por los ingleses y los aficionados a la F1 en general en un lugar bastantes cuerpos por detrás del que ocupa Moss.
Pero por encima de su valía como piloto, por encima de su habilidad al volante, lo que dejó Stirling Moss para la posteridad fue la imagen de un hombre íntegro, un competidor cabal, un deportista al que le importaba más la forma en que se conseguía que la victoria misma... un auténtico caballero de los circuitos que de haber vivido unos siglos antes en la antigua Grecia estoy seguro que hubiera formado parte de los 300 soldados espartanos que acompañaron a su rey Leónidas al desfiladero de las Termópilas para plantar cara al ejército persa hasta la muerte, sabiendo que no podían vencer y peleando sólo por el honor de hacerlo. Al igual que el de aquellos héroes de la Edad Antigua, su recuerdo perdurará mientras exista la F1.