Un bonito y breve paseo por el interior del Parque me lleva hasta mi localidad; es evidente que hoy el circuito va a registrar una muy buena entrada simplemente viendo lo concurridos que están los viales. Los más madrugadores podemos disfrutar de carreras hasta las 12:30h., primero la GP3, después la GP2 y por último la Copa Porsche. Se arma cierto revelo en la grada cuando la pantalla gigante situada enfrente se apaga, primero, y muestra sólo los tiempos, sin imágenes, después. Durante la GP2 se entendió como un fallo subsanable, aparte de que duró apenas 4 vueltas, pero cuando el público vio que en la Copa Porsche se repetía la desconexión el enfado subió en intensidad y en decibelios. Lo cierto y verdad es que es inconcebible que en un espectáculo de la magnitud de un GP de F1 puedan darse todavía estos contratiempos; mientras escuchaba los pitos pensaba en lo que había escrito estos días sobre mis impresiones acerca de lo vetusto que está el Autódromo de Monza en cuanto a instalaciones para el público que acude allí a ver las carreras.
Desde las 12:30 hasta la hora fijada de comienzo del GP de F1 había 90 minutos, tiempo más que de sobra para bajar de la grada, perderse por el Parque del Biassono y echar una buena siesta a la sombra de la arboleda recostado en la mullida hierba, mientras pienso si cambiaría esa mañana de domingo por alguna otra en mi existencia ¿será posible que algún día tengamos un circuito así en España, con tan incomparable entorno? El clima no ayuda mucho en Jerez ni en Alcañiz, dos auténticos desiertos, pero tanto Montmeló como Cheste sí podrían plantearse ajardinar el entorno de sus respectivos trazados. Antes de cerrar los ojos recuerdo que en algún lugar sonaba el Waka-Waka de Shakira, y no los volví a abrir hasta que el retumbar de los motores de los monoplazas saliendo de boxes se extendió por todo el Parque.
.- La carrera desde la grada
Ver una carrera en el circuito es bastante diferente de hacerlo desde el salón de tu casa mirando la televisión; y no sólo por la visión directa de los monoplazas o el tan peculiar sonido de sus motores, sino también porque el volumen de información que recibes es mucho menor, sobre todo si estás en el extranjero y no puedes utilizar la conexión a internet del ordenador portátil. Afortunadamente la organización había solucionado el problema de la pantalla gigante de TV y ésta ya funcionaba correctamente. Pero aunque teníamos video, el audio apenas llega cuando empiezan a correr los coches, aunque no eran pocos los espectadores que venían con unos sofisticados cascos en su cabeza para poder escuchar también la narración de la carrera realizada desde la megafonía del circuito.
Yo no disponía de semejante artilugio, así que me tenía que contentar con seguir las imágenes en la TV y, por supuesto, mirar lo que tenía delante. Y lo primero que vi, y sobre todo oí, fue el cacharrazo múltiple provocado por el HRT de Liuzzi; en vivo, nadie sabía muy bien qué había sucedido, atentos como estábamos todos a la impresionante salida del Ferrari de Alonso, pero cuando pasaron la repetición por la pantalla gigante el "¡Ooooooh!" de la grada dictó sentencia condenatoria contra el piloto italiano mucho antes de que los Jueces de Carrera tomaran su decisión. Una pena que la torpe maniobra de Vitantonio quitara protagonismo a la excelente salida de Alonso, que había puesto de pie a todo el graderío.
No se trata de anticipar ahora los artículos de análisis de la carrera, porque no dispongo aún de datos para dar una opinión, pero sí quiero trasladar al lector lo que se vivía en la grada, entre el público asistente. Una vez reanudada la carrera tras el coche de seguridad y con los monoplazas alineados, es curioso ver que la atención de los aficionados se centra en los duelos cara a cara que se entablan en cualquier lugar de la fila de coches, llegando a superar la resolución de estos duelos el interés que despierta el propio resultado de la prueba. Quizás por ello, la enorme figura de Vettel pasó desapercibida durante toda la carrera, al hacerla el alemán prácticamente en solitario, mientras otros pilotos en posiciones mucho más retrasadas eran objeto de la mayor parte de los comentarios y de la atención de los espectadores.
.- Duelos y quebrantos
El sabrosísimo plato manchego de los "duelos y quebrantos", al que toda la cocina italiana no es digna ni de compararse, me sirve para titular el seguimiento de la carrera hecho por los aficionados. Tras la retirada del coche de seguridad, la atención se centró en cómo iban a progresar los Red Bull para colocarse por delante de los Ferrari. No tardaron los monoplazas austríacos en despejar la incógnita; Vettel daba cuenta enseguida de Alonso, sin que ello supusiera ningún tipo de desilusión entre la afición, que lo daba por descontado, así que mucho más indignó la maniobra de Webber en su intento de adelantamiento a Massa, que terminó con el Ferrari vuelto de cara al resto de coches en la primera variante y con el Red Bull sin alerón delantero. Resuelta la ecuación, la carrera seguía.
El siguiente duelo que ocupó la atención de todos fue el que mantuvieron Schumacher y Hamilton; era una lucha desigual, en la que todos sabíamos el desenlace final, pero fue maravilloso el derroche de talento que hizo el alemán en una clara situación de inferioridad mecánica; tirón de orejas para Hamilton, que vio cómo lo que a él le costaba un mundo su compañero Button lo resolvió en un par de curvas. De nuevo, la grada dictó sentencia "nemine discrepante": ¡Qué grande es Michael! Cuando Lewis consiguió pasar al Mercedes, la atención se volvió hacia Button, que estaba alcanzando a Alonso; este duelo se preveía más igualado, y quizás lo resolvieron desde el muro de McLaren ordenando a su piloto entrar a por neumáticos nuevos duros una vuelta antes que el español. Aunque el Ferrari saldría de boxes aún por delante, Jenson no dejaría a Fernando calentar sus gomas y le adelantó sin contemplaciones, y así lo entendió la grada, que se preguntaba en qué estaba pensando Domenicali para no haber adelantado la parada de su piloto.
Resueltos los duelos de la cabeza, por el medio del pelotón también encontrábamos entretenimiento; por un lado teníamos el ascenso de Alguersuari, y por otra el descenso de Maldonado, con Di Resta en medio. Esta vez los equipos nuevos no aportaron espectáculo en cola del pelotón, pero la pelea que mantuvieron Buemi y Senna dio mucho lustre a los puestos más modestos. El arreón postrero de Hamilton a la caza de Alonso llenó de emoción las últimas vueltas, completando una carrera muy entretenida de seguir en vivo y en la que curiosa e injustamente el que menos brilló fue el que la ganó, Sebastian Vettel; casi se diría que el público no prestó atención al vigente campeón hasta que no le vio pasar por debajo de la bandera a cuadros y se percató del enorme paso que daba en su camino hacia su segundo título mundial.
.- Adiós a Monza
Finalizada la carrera, los espectadores invaden la recta de meta del circuito para asistir de cerca a la ceremonia del podio. Todos los años es igual, con las mismas multitudes a los pies de los pilotos, felices de sentirse también ellos parte del espectáculo. Alonso devuelve el cariño recibido de sus aficionados con una serie de gestos desde el podio llenos de complicidad, de la misma forma en que se había preocupado de saludar a todas y cada una de las gradas cuando dio la vuelta de honor una vez finalizada la carrera. No hace falta ser un gran observador para darse cuenta que el español es feliz en Ferrari y que los ferraristas son felices con su piloto.
El público se va desperdigando por todos los caminos que cruzan el Parque del Biassono; nos espera un largo y tedioso camino hasta regresar a Milán, con todos los medios de transporte colapsados. Cada uno lleva en su corazón lo que más le ha impactado de la carrera: unos recordarán la victoria de Vettel, que le acerca más y más al título; otros, la gran carrera de Button, con dos adelantamientos magistrales a Schumacher y a Alonso; muchos aún están viendo a Michael defender su posición frente a Hamilton. También nos llevamos con nosotros los accidentes y las decepciones, a Webber, a Massa, a Liuzzi,... y el abandono de los dos Sauber por rotura de su caja de cambios.
¿Qué me llevo yo? Sin dudarlo, la certeza de que el Autódromo Nacional de Monza sigue donde estaba. Que los años pasan, los árboles del Parque están cada vez más grandes, Monza es cada vez menos un pueblecito campestre al lado de Milán y cada vez más una ciudad industrial y moderna, pero los motores de la F1 siguen rugiendo como antaño en el trazado más rápido del Mundial. Me llevo esa enigmática imagen de la curva peraltada de la antigua pista, hoy en desuso y abandonada y casi comida por la vegetación, como símbolo del presente asentado en el pasado, la mejor forma de garantizar el futuro.