Quizá si sólo hubiera competido en Fórmula 1, algo que hubiera resultado extraño en aquella época, hubiera podido disfrutar de más éxito estadístico, pero sin competir en tan diversas competiciones, se plantea otra duda, ¿hubiera sido el bueno de Jim tan grande como fue? ¿Y tan feliz como era?
Lo dudo mucho. Ser competitivo con coches de diversas disciplinas es el sueño de cualquier piloto y en la estela de Jim Clark están hombres como Robert Kubica, desgraciado protagonista de la actualidad tras sufrir un desafortunado accidente en el Ronde di Andora.
Sin ir más lejos, hace unos días, el propio Kubica defendía que uno de los puntos a favor para firmar por Renault era que ninguno de los grandes le permitiría tener un calendario tan interesante de rallyes como el que estaba completando y seguramente, este accidente no haya cambiado su forma de ver las cosas.Es muy fácil echarse las manos a la cabeza por la imprudencia cometida, pero hace tan sólo unas semanas nos relamíamos al pensar en el piloto polaco compitiendo en Montecarlo con un coche competitivo tal y como nos encanta ver a Loeb en Le Mans o disfrutar de muchos de estos pilotos en una competición tan multidisciplinar como la Carrera de Campeones.
Sin embargo, creo que no hay que perder de vista que lo ocurrido es una desgracia que podría haber podido ocurrir en cualquier momento. Desgraciadamente, no nos cansamos de oír o vivir tragedias en acciones rutinarias o que aparentemente carecen de riesgo alguno y que día a día arruinan la vida de muchas personas.
Por ello, creo que la pregunta sin respuesta sería "¿dónde está el límite?". ¿Permitimos a los pilotos competir en otras disciplinas y les damos cierta libertad para ser ellos mismos? ¿O les prohibimos todo? Hay que tener en cuenta que eso podría suponer el final de unas cuantas competiciones solidarias en las que participan y que, en mayor o menor medida, suponen un riesgo para cualquiera que participe.
Hagámoslo si queremos tener ídolos que, aparte de tener menor capacidad para decir lo que realmente sienten, vean sesgada su libertad para hacer actividades que les llenan y les convierten en mejores profesionales. Por ese camino, terminaremos teniendo una parrilla llena de Stigs a los que sólo nos interesará ver cuando se bajen la visera.
Personalmente, me gustaría ver un mundo del motor en que los pilotos pudieran ser libres de competir en lo que quisieran y los grandes no se vieran anclados únicamente de Fórmula 1 durante los mejores años de su vida deportiva. Daría lo que fuera por ver al constante Alonso en la resistencia, a Hamilton peleándose en el cuerpo a cuerpo en los turismos o al propio Kubica compitiendo en rallyes. Y es que se puede encontrar la felicidad fuera del Gran Circo. Kubica lo sabia, lo sabe y lo comprobará. La felicidad le espera allá dónde vaya.