Fernando Alonso empezó a ganarlo todo en competiciones nacionales e internacionales, donde hasta cobraba un sueldo con el mejor equipo del mundo, el Ferrari de los karts. Consagrado como campeón del mundo en 1996, llegó un momento en el que su carrera deportiva estuvo a punto de quedarse anclada profesionalmente en el mundillo del karting, ya que tampoco parecía muy interesado en los monoplazas... Y entonces le llamó Adrián Campos.
Al empezar el Mundial 2004, en la carrera inaugural de Australia, Fernando Alonso se descolgó con unas declaraciones sinceras y cargadas de profundidad. "No creo que los mejores pilotos de la nueva generación estén en la Fórmula 1, sobre todo por falta de suerte. Cuando yo corría en karts había 15 ó 20 pilotos que podrían estar hoy en F-1. Así que me siento muy afortunado porque muchas veces pienso que podría haberme quedado toda la vida en el karting". Y tanto. Fernando Alonso no tenía muy claro su futuro ni cuando lo ganó todo en los karts.
Era campeón de Asturias, Galicia y Euskadi, y el norte de España se le estaba quedando corto hacia 1993. Y en ese momento su currículum, ya surtidito, se elevó como la espuma cuando emigró hacia Cataluña para vivir y competir bajo el manto protector del mejor equipo de España, Genikart. Esta empresa, constructora e importadora de material puntero en este mundillo, poseía además dos pistas de karting quemadas, entre otros, por los hermanos Gené. En pocas carreras los dueños del equipo, el matrimonio Marcó y sobre todo el hijo, Genís, se dieron cuenta de la joya que les habían mandado los Alonso desde Asturias para cuidarle personal y profesionalmente, y decidieron apostar a fondo por el chaval, tímido, callado y casi asustado, según recuerda el veterano Josep Marcó.
A Fernando le pusieron un material de altura en sus manos y no defraudó. Mauro Pozzi, mecánico de Genís, vio en el 'pequeñín' lo que necesitaba, "que tenía la mirada de Senna" según dijo entonces, y tras verle correr le hizo que compaginara su equipo español con el italiano Iame, el Ferrari de los karts, fabricante que estaba representado en España por los Marcó.
Desde ese momento y durante seis años, Alonso sumó tres campeonatos de España junior hasta 1995, el título del mundo y de España junior en 1996 y otra vez más el título de España y de Italia Inter A en las temporadas 97 y 98. Seis largas temporadas en las que se metía unos tremendos palizones viajando por toda España y Europa en el Peugeot 405 diesel de su padre, o viajando con Genís Marcó. "Siempre iba sentado en el asiento de atrás, con la manta y la almohadina, y a veces no hablaba en todo el camino hasta Italia o bien lo hacía por los codos, no callaba hasta que le daba el sueño. Era una computadora que recordaba carreras a la perfección, dónde atacó y por qué, con una memoria increíble de carreras disputadas un año antes. Le puedes preguntar qué crono hizo para lograr la 'pole' de la carrera del Mundial, y se acuerda" recuerda José Luis Echevarría, dueño del Circuito de Asturias en el que Alonso empezó a correr en kart en serio.
Un sueldo de piloto
Fernando no viajaba en avión como alguno de sus rivales, ni tenía casco nuevo para cada carrera o un flamante mono con preciosos bordados, porque eso no hace correr los coches. Alonso lo bordaba en la pista. Se enfrentó a las grandes figuras italianas y les ganó en su terreno, se fue labrando un nombre fuera de España y aunque recibió ofertas nunca dejó a quien confió en él. Era tan bueno que fue de los pocos que cobraban un sueldo. "La mejor fábrica del mundo le hizo un contrato a un niño de 13 ó 14 años, una multinacional, y ese contrato tenía incluso primas, que Fernando pensaba que eran más grandes porque eran en liras y tenían muchos ceros. Aparte tenía un salario mensual que le pagaban cada vez que íbamos a Italia, una maravilla", relata Echevarría.
Hasta casi los 17 años, Alonso se hinchó a ganar, estaba consagrado, bien pagado, con un futuro muy prometedor en el mundillo, así que no parecía tener necesidad de probar en monoplazas grandes. Su vida y su futuro profesional parecían encauzarse hacia el karting como otros muchos que viven toda la vida de esto. Como Mike Wilson, seis veces campeón del mundo y un mito de este deporte, cómo cantidad de pilotos que rozan la cuarentena. El propio Wilson, que le amargó la vida a un tal Ayrton Senna, hizo toda su carrera en Italia, como Alonso, y montó su propia fábrica de chasis, con los que corrió Fernando. Todo un espejo para el piloto español.
Tan claro era el futuro que "unos dos meses antes de que Adrián Campos llamara a Fernando para probar un Fórmula Nissan, el definitivo trampolín para su carrera, José Luis (el padre de Fernando) y yo hablamos. Me dijo 'jefe' ¿qué hacemos con el chico, dónde lo colocamos, qué va a pasar?", cuenta Echevarría. "Le contesté a José Luis 'no lo sé, le encantan los kart, es feliz en esto, el futuro lo tiene solucionado por este lado. Si quieres, que estudie una carrera, quizás periodismo, no es mal estudiante', decía yo, pero la idea era que siguiera en los karts, para ganarse la vida poniendo a punto chasis, trabajando para una fábrica, ¿qué más nos íbamos a plantear?"recuerda Echevarría.
Poco interesado en los monoplazas
Por otra parte, a Fernando tampoco le habían impresionado demasiado los monoplazas grandes la primera vez que los probó. Le parecieron malos, toscos, infinitamente menos divertidos que los karts. "Bajamos a Madrid un día que nos invitó Emilio de Villota a probar un Fórmula, y fue un poco un fracaso en sentido técnico. Veníamos del Jarama y Fernando me decía, 'Jefe un Fórmula Fiat de estos es un kart muy malo, ni se divierte uno ni nada', pero el niño les había metido cinco segundos a todos, incluido al hijo de Emilio De Villota. Alonso no alcanzaba lo pedales y le pusieron unas esponjas, no había pilotado un coche de marchas, así que se entrenó en el parking del circuito a toda mecha, el reposacabezas no le iba a la medida, así que lo ajustaron con cartones para que no se le estropeara el único casco que tenía. Un bendito desastre que llegó a oídos de muchas personas.
Y entre ellas Adrián Campos, "que ya llevaba tiempo indagando en los círculos del karting tanto en España como en Italia", cuenta Echevarría. Nacho Girona, otra prometedora estrella del karting por aquella época, recuerda con cierta amargura aquella llamada crucial porque él también estuvo en la prueba de Alonso y la sufrió en sus carnes. "Campos había investigado a Alonso, pero también es verdad que le recomendó el propio Antonio García y su familia, amigos de las carreras toda la vida. Le recomendaron a Fernando para que le probara porque estaba en un momento complicado. En Francia le ofrecían correr la Fórmula Elf, pero Fernando no tenía un duro de patrocinios y ayudas, le pedían dedicación absoluta y no se animaba con los monoplazas. Así que apareció aquella mañana con Antonio y yo. '¿Quién ha llamado a este renacuajo? ' pensé. En cinco o seis vueltas hacia los mismos tiempos que Antonio, sin experiencia en monoplazas. Yo la tenía y me metió tres segundos. Así que ni hablé con Adrián. Sólo me dijo, 'lo siento'".